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comandantes, no mandan a más <strong>de</strong> cuarenta chicos, eso es más <strong>de</strong> lo que un niño<br />
pue<strong>de</strong> soportar sin volverse loco.<br />
En<strong>de</strong>r intentó recordar cómo eran los otros niños, los <strong>de</strong> su clase <strong>de</strong> la<br />
escuela, allá en la ciudad. Pero sólo se acordaba <strong>de</strong> Stilson.<br />
—Tengo un hermano. Un chico normal. Lo único que le importa son las<br />
chicas. Y volar. Quería volar. Solía jugar a la pelota con los chicos. Un <strong>juego</strong> <strong>de</strong><br />
velocidad, lanzar pelotas a una canasta, driblar a los otros chicos por los<br />
corredores hasta que los encargados <strong>de</strong> mantener el or<strong>de</strong>n te confiscaban la<br />
pelota. Nos lo pasábamos muy bien. Me estaba enseñando a driblar cuando me<br />
trajeron aquí.<br />
En<strong>de</strong>r se acordó <strong>de</strong> su propio hermano, y sus recuerdos no eran agradables.<br />
Dink confundió la expresión <strong>de</strong> la cara <strong>de</strong> En<strong>de</strong>r.<br />
—Eh, y a sé que no se <strong>de</strong>be hablar <strong>de</strong> casa. Pero venimos <strong>de</strong> algún sitio. La<br />
Escuela <strong>de</strong> Batalla no nos ha creado, y a lo sabes. La Escuela <strong>de</strong> Batalla no crea<br />
nada. Sólo <strong>de</strong>struy e. Y todos nos acordamos <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong> nuestra casa. Tal vez no<br />
sean cosas agradables, pero nos acordamos y entonces mentimos y fingimos<br />
que… Escucha, En<strong>de</strong>r, ¿por qué nadie habla <strong>de</strong> casa, nunca? ¿No te dice eso que<br />
es importante? Que nadie admita nunca que… ¡Dios mío!<br />
—Tienes razón —dijo En<strong>de</strong>r—. Precisamente estaba pensando en Valentine.<br />
Mi hermana.<br />
—No quería ponerte triste.<br />
—Estoy bien. No pienso mucho en ella, porque siempre me pongo… así.<br />
—¿Por qué no lloramos nunca? ¡Dios!, no había pensado en eso. Aquí no llora<br />
nadie. Intentamos ser adultos. Igual que nuestros padres. Juraría que tu padre era<br />
como tú. Juraría que era tranquilo y lo aguantaba todo, y luego explotaba.<br />
—No soy como mi padre.<br />
—Entonces, pue<strong>de</strong> que esté equivocado. Pero fíjate en Bonzo, tu anterior<br />
comandante. Es un caso grave <strong>de</strong> honor español. No pue<strong>de</strong> permitirse ninguna<br />
<strong>de</strong>bilidad. Ser mejor que él es un insulto. Ser más fuerte que él es como cortarle<br />
los huevos. Por eso te odia, porque no sufriste cuando te castigó. Te odia por eso,<br />
y quiere matarte. Está loco. Todos están locos.<br />
—¿Y tú no?<br />
—Loco también, amiguito, pero cuando estoy <strong>de</strong>masiado loco, floto en el<br />
espacio, solo, y la locura sale a flote y se va, se pega a las pare<strong>de</strong>s y no sale<br />
hasta que hay una batalla y los niños pequeños chocáis contra las pare<strong>de</strong>s y<br />
salpicáis la locura.<br />
En<strong>de</strong>r se rio.<br />
—Y tú también estás loco —dijo Dink—. Venga, vamos a comer.<br />
—Tal vez puedas ser comandante y no volverte loco. Si sabes lo que es la<br />
locura, tal vez no caigas en ella.<br />
—No voy a permitir que esos <strong>de</strong>sgraciados me dirijan, En<strong>de</strong>r. También a ti te