06.06.2018 Views

El juego de Ender - Orson Scott Card

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

uso era Polemarch <strong>de</strong> la flota, estaba también Mazer Rackham, un neozelandés<br />

medio-maorí casi <strong>de</strong>sconocido, que había sido llevado por dos veces ante cortes<br />

marciales y cuy a Fuerza <strong>de</strong> Choque hizo pedazos y finalmente <strong>de</strong>struy ó a la flota<br />

insectora en la acción que tuvo lugar en torno a Saturno.<br />

Si Mazer Rackham pudo salvar al mundo, qué importa ser judío o no, <strong>de</strong>cía la<br />

gente.<br />

Pero importaba, y Rose el Narizotas [1] lo sabía. Se burlaba <strong>de</strong> sí mismo para<br />

a<strong>de</strong>lantarse a los comentarios burlones <strong>de</strong> los antisemitas (casi todos a los que<br />

<strong>de</strong>rrotaba en una batalla se convertían, por lo menos durante cierto tiempo, en<br />

enemigos <strong>de</strong> los judíos), pero también se aseguraba <strong>de</strong> que todos supieran que lo<br />

era. Su escuadra ocupaba el segundo lugar <strong>de</strong> la clasificación, en pugna por el<br />

primero.<br />

—Te he recogido, nene, porque no quiero que la gente se crea que les gano<br />

porque tengo gran<strong>de</strong>s soldados. Quiero que sepan que les gano incluso con una<br />

mier<strong>de</strong>cita <strong>de</strong> soldado como tú. Aquí sólo tenemos tres reglas. Haz lo que y o te<br />

diga y no te mees en la cama.<br />

En<strong>de</strong>r asintió con la cabeza. Sabía que Rose quería que le preguntara cuál era<br />

la tercera regla y así lo hizo.<br />

—Eso eran tres reglas. Aquí no somos muy amantes <strong>de</strong> las matemáticas.<br />

<strong>El</strong> mensaje era claro. Vencer es lo único importante.<br />

—Tus sesiones prácticas con esos reclutillas medio tontos se han acabado,<br />

Wiggin. Acabado. Ahora estás en una escuadra <strong>de</strong> chicos gran<strong>de</strong>s. Te voy a<br />

poner en el batallón <strong>de</strong> Dink Meeker. De ahora en a<strong>de</strong>lante, Dink Meeker es Dios<br />

para ti.<br />

—Entonces, ¿quién eres tú?<br />

—<strong>El</strong> oficial que alquila los servicios <strong>de</strong> Dios. —Rose esbozó una sonrisa—. Y<br />

te está prohibido volver a usar la consola hasta que hayas congelado a dos<br />

soldados enemigos en la misma batalla. Esta or<strong>de</strong>n es a título <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa propia.<br />

He oído por ahí que eres un genio <strong>de</strong> la programación. No quiero que te pongas a<br />

jo<strong>de</strong>r con mi consola.<br />

Estalló una carcajada general. En<strong>de</strong>r comprendió por qué enseguida. Rose<br />

había programado su consola <strong>de</strong> forma que presentara y animara una imagen <strong>de</strong><br />

unos genitales masculinos <strong>de</strong> tamaño mayor que el real, que coleaban hacia<br />

<strong>de</strong>lante y hacia atrás cuando Rose apoy aba la consola en su regazo <strong>de</strong>snudo.<br />

« Este tenía que ser el tipo <strong>de</strong> comandante con el que me mandaría Bonzo —<br />

pensó En<strong>de</strong>r—. ¿Cómo es posible que gane batallas un chico que se pasa el<br />

tiempo así?» .<br />

En<strong>de</strong>r encontró a Dink Meeker en la sala <strong>de</strong> <strong>juego</strong>s, no jugando, sino sentado<br />

y observando.<br />

—Un chico me ha dicho que eras tú —dijo En<strong>de</strong>r—. Soy En<strong>de</strong>r Wiggin.<br />

—Ya lo sé —dijo Meeker.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!