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El juego de Ender - Orson Scott Card

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—Otra vez con Peter. Era may or que tú. Y era más fuerte.<br />

—También lo son los insectores.<br />

Valentine veía su razonamiento. O más bien, su falta <strong>de</strong> razonamiento. Podía<br />

ganar todo lo que quisiera, pero sabía que había alguien que podía <strong>de</strong>struirle.<br />

Siempre supo que no había ganado, porque ahí estaba Peter, campeón invicto.<br />

—¿Quieres vencer a Peter? —preguntó.<br />

—No —respondió.<br />

—Vence a los insectores. Luego ven a casa y mira a ver si alguien se acuerda<br />

<strong>de</strong> que existe Peter Wiggin. Mírales a los ojos cuando todo el mundo te quiera y<br />

te reverencie. Para él eso significará la <strong>de</strong>rrota, En<strong>de</strong>r. Así es cómo vencerás.<br />

—No lo entien<strong>de</strong>s —dijo.<br />

—Sí lo entiendo.<br />

—No lo entien<strong>de</strong>s. No quiero vencer a Peter.<br />

—Entonces, ¿qué quieres?<br />

—Quiero que él me quiera.<br />

No tenía respuesta. Que ella supiera, Peter no quería a nadie.<br />

En<strong>de</strong>r no dijo nada más. Simplemente seguía allí tumbado. Y allí siguió.<br />

Finalmente Valentine, goteando sudor, con los mosquitos empezando a<br />

revolotear a medida que se acercaba el crepúsculo, se dio una última zambullida<br />

en el agua y luego empezó a empujar la balsa hacia la orilla. En<strong>de</strong>r no mostró<br />

ninguna señal <strong>de</strong> saber lo que hacía Valentine, pero su respiración irregular <strong>de</strong>cía<br />

a Valentine que no estaba dormido. Cuando llegaron a la orilla, trepó al muelle y<br />

dijo:<br />

—Te quiero, En<strong>de</strong>r. Más que nunca. Decidas lo que <strong>de</strong>cidas.<br />

No respondió. Dudaba que le crey era. Volvió a subir la colina, encolerizada<br />

con ellos por hacerle venir ante En<strong>de</strong>r <strong>de</strong> esa forma. Porque, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo,<br />

había hecho justo lo que ellos querían. Había intentado convencer a En<strong>de</strong>r <strong>de</strong> que<br />

regresara a su adiestramiento, y él no se lo perdonaría fácilmente.<br />

En<strong>de</strong>r entró por la puerta, todavía mojado <strong>de</strong> su último chapuzón en el lago.<br />

Estaba oscuro afuera, y oscuro en la habitación don<strong>de</strong> Graff le esperaba.<br />

—¿Nos marchamos? —preguntó En<strong>de</strong>r.<br />

—Si quieres —dijo Graff.<br />

—¿Cuándo?<br />

—Cuando estés preparado.<br />

En<strong>de</strong>r se duchó y se vistió. Al final, se había acostumbrado a las diferentes<br />

prendas <strong>de</strong> la ropa <strong>de</strong> paisano, pero todavía no se sentía a gusto sin el uniforme o<br />

el traje refulgente. « No volveré a ponerme un traje refulgente —pensó—. Ese<br />

era el <strong>juego</strong> <strong>de</strong> la Escuela <strong>de</strong> Batalla, y y a lo he pasado» . Oyó el chirrido<br />

frenético <strong>de</strong> los grillos en los bosques; oy ó, más cercano el sonido crepitante <strong>de</strong>

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