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El juego de Ender - Orson Scott Card

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para las i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> usar y tirar. Su madre observó que pasaban <strong>de</strong>masiado<br />

tiempo en las re<strong>de</strong>s.<br />

—Mucho trabajo y poco <strong>juego</strong> hacen <strong>de</strong> Jack un chico soso —recordó a<br />

Peter.<br />

Peter <strong>de</strong>jó que la mano le temblara un poco, y dijo:<br />

—Si piensas que <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>jarlo, creo que esta vez podré conservar el control<br />

<strong>de</strong> mí mismo, <strong>de</strong> verdad.<br />

—No, no —dijo la madre—. No quiero que lo <strong>de</strong>jes. Sólo que… ten cuidado,<br />

eso es todo.<br />

—Tengo cuidado, mamá.<br />

Nada era diferente, nada había cambiado en un año. En<strong>de</strong>r estaba seguro <strong>de</strong><br />

ello, y sin embargo todo parecía haberse vuelto amargo. Seguía siendo el soldado<br />

número uno y ahora ninguno dudaba <strong>de</strong> que se lo merecía. A los nueve años era<br />

jefe <strong>de</strong> batallón en la escuadra Fénix, con Petra Arkanian como comandante.<br />

Seguía dirigiendo sus sesiones prácticas nocturnas y ahora asistía a ellas un grupo<br />

<strong>de</strong> soldados <strong>de</strong> élite, <strong>de</strong>signados por sus comandantes, aunque todavía podían ir<br />

los reclutas que quisieran. Alai también era jefe <strong>de</strong> batallón en otra escuadra, y<br />

seguían siendo buenos amigos; Shen no era jefe, pero eso no era ninguna barrera.<br />

Dink Meeker había aceptado finalmente ser comandante y sucedió a Rose el<br />

Narizotas en el mando <strong>de</strong> la escuadra Rata.<br />

Todo estaba y endo bien, muy bien. No podía pedir nada mejor.<br />

« Entonces ¿por qué odio mi vida?» , pensaba.<br />

Pasó las etapas <strong>de</strong> las prácticas y <strong>de</strong> los <strong>juego</strong>s. Le gustaba enseñar a los<br />

muchachos <strong>de</strong> su batallón, y ellos le seguían con lealtad. Tenía el respeto <strong>de</strong><br />

todos, y en sus prácticas nocturnas era tratado con <strong>de</strong>ferencia. Los comandantes<br />

venían para estudiar lo que hacía. Otros soldados se aproximaban a su mesa en el<br />

comedor y pedían permiso para sentarse. Incluso los profesores eran<br />

respetuosos.<br />

Tenía tanto maldito respeto que quería gritar.<br />

Miraba a los chicos jóvenes <strong>de</strong> su escuadra, recién llegados <strong>de</strong> sus grupos <strong>de</strong><br />

lanzamiento, observaba cómo jugaban, cómo se burlaban <strong>de</strong> sus jefes cuando<br />

creían que nadie les veía. Observaba la camara<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> los viejos amigos que se<br />

habían conocido durante años en la Escuela <strong>de</strong> Batalla, que reían y hablaban <strong>de</strong><br />

las viejas batallas y <strong>de</strong> los comandantes y soldados que se habían graduado hacía<br />

tiempo.<br />

Pero con sus viejos amigos no había risas, no había recuerdos. Sólo trabajo.<br />

Sólo inteligencia y excitación en el <strong>juego</strong>, pero nada más. Esa noche se había<br />

llegado a un punto crucial en las prácticas nocturnas. En<strong>de</strong>r y Alai estaban<br />

discutiendo los matices <strong>de</strong> las maniobras en espacio abierto cuando Shen se

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