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El juego de Ender - Orson Scott Card

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intermitentemente estas palabras:<br />

PRESÉNTESE A SU COMANDANTE<br />

INMEDIATAMENTE.<br />

LLEGA TARDE.<br />

VERDE VERDE MARRÓN<br />

Irritado, En<strong>de</strong>r apartó violentamente la consola y se dirigió a la pared <strong>de</strong><br />

colores, don<strong>de</strong> encontró la banda ver<strong>de</strong> ver<strong>de</strong> marrón, la tocó y la siguió a<br />

medida que se iluminaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. <strong>El</strong> ver<strong>de</strong> oscuro, el ver<strong>de</strong> claro y el<br />

marrón <strong>de</strong> la banda le recordaban el reino otoñal que había encontrado en el<br />

<strong>juego</strong>. « Tengo que volver allí —se dijo—. La serpiente es una cuerda larga;<br />

puedo <strong>de</strong>scolgarme <strong>de</strong> la torre y encontrar la forma <strong>de</strong> volver a ese lugar. A lo<br />

mejor se llama el fin <strong>de</strong>l mundo porque es el fin <strong>de</strong> los <strong>juego</strong>s, porque puedo ir a<br />

una <strong>de</strong> esas al<strong>de</strong>as y convertirme en uno <strong>de</strong> los niños que trabajan y juegan allí,<br />

sin que hay a nada que matar y sin que nada me mate, simplemente vivir ahí» .<br />

Pero no conseguía hacerse una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que podría ser « simplemente<br />

vivir» . No lo había hecho en toda su vida. Pero quería hacerlo ahora.<br />

Las escuadras eran más gran<strong>de</strong>s que los grupos <strong>de</strong> lanzamiento, y los<br />

dormitorios-cuarteles <strong>de</strong> las escuadras también eran más gran<strong>de</strong>s. Este era largo<br />

y estrecho, con literas a ambos lados; tan largo que se podía apreciar la curvatura<br />

<strong>de</strong>l suelo en la elevación <strong>de</strong> la otra punta; una porción <strong>de</strong> la rueda <strong>de</strong> la Escuela<br />

<strong>de</strong> Batalla.<br />

En<strong>de</strong>r se quedó en la puerta. Unos cuantos chicos que estaban cerca <strong>de</strong> la<br />

puerta le miraron, pero eran may ores, y parecía como si ni le hubieran visto.<br />

Siguieron con sus conversaciones, tumbados o sentados en las literas.<br />

Naturalmente, estaban comentando batallas; los chicos may ores siempre estaban<br />

comentando batallas. Eran mucho más altos que En<strong>de</strong>r. Los <strong>de</strong> diez y once años<br />

parecían torres; incluso el más joven tenía y a ocho años, y En<strong>de</strong>r no era muy<br />

alto para su edad.<br />

Intentó ver cuál <strong>de</strong> ellos era el comandante, pero casi todos estaban vestidos<br />

<strong>de</strong> una forma intermedia entre el traje <strong>de</strong> batalla y lo que los soldados llamaban<br />

siempre su uniforme <strong>de</strong> noche: <strong>de</strong>snudos <strong>de</strong> la cabeza a los pies. Muchos habían<br />

sacado sus consolas, pero pocos estaban estudiando.<br />

En<strong>de</strong>r entró en el dormitorio. Su presencia fue advertida inmediatamente.<br />

—¿Qué quieres? —le preguntó el chico que ocupaba la litera superior más<br />

próxima a la puerta. Era el más alto. En<strong>de</strong>r se había fijado antes en él, un joven<br />

gigante con pelusilla que le crecía <strong>de</strong>sigualmente por la barbilla—. Tú no eres un

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