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A En<strong>de</strong>r no le preocupaba su reputación. Miraba los ví<strong>de</strong>os impasiblemente,<br />
pero <strong>de</strong> hecho le divertían. « He matado en batalla a diez mil millones <strong>de</strong><br />
insectores, que estaban tan vivos y eran tan inteligentes como cualquier hombre,<br />
que ni siquiera habían lanzado contra nosotros un tercer ataque, y nadie llama<br />
crimen a eso…» .<br />
Le pesaban todos sus crímenes, y las muertes <strong>de</strong> Stilson y Bonzo no le<br />
pesaban ni más ni menos que las <strong>de</strong>más.<br />
Y así, con ese peso, esperó el paso <strong>de</strong> esos meses vacíos, hasta que el mundo<br />
que había salvado <strong>de</strong>cidiera que podía volver a casa.<br />
Uno a uno, sus amigos le <strong>de</strong>jaron a regañadientes, eran llamados a casa por<br />
sus familias, para ser recibidos en sus pueblos con honores <strong>de</strong> héroe. En<strong>de</strong>r<br />
contempló los ví<strong>de</strong>os <strong>de</strong> sus recibimientos, y se conmovió cuando vio que se<br />
pasaban el tiempo alabando a En<strong>de</strong>r Wiggin, que les había enseñado todo lo que<br />
sabían, <strong>de</strong>cían, que les había enseñado y les había conducido a la victoria. Pero si<br />
habían pedido que fuera traído a casa, esas palabras eran censuradas y cortadas<br />
<strong>de</strong> los ví<strong>de</strong>os y nadie oía la súplica.<br />
<strong>El</strong> único trabajo que hubo en Eros durante cierto tiempo consistió en limpiarlo<br />
todo tras la sanguinaria Guerra <strong>de</strong> las Ligas y en recibir los informes <strong>de</strong> las<br />
astronaves, antes naves <strong>de</strong> guerra y que ahora se <strong>de</strong>dicaban a explorar los<br />
mundos colonizados por los insectores.<br />
Pero ahora había en Eros más ajetreo que nunca, estaba más atestado <strong>de</strong><br />
gente que durante la guerra, pues estaban trayendo colonos para prepararlos para<br />
sus viajes a los mundos vacíos <strong>de</strong> los insectores. En<strong>de</strong>r participó en el trabajo,<br />
tanto como se lo permitían, pues no se les ocurrió pensar que ese niño <strong>de</strong> doce<br />
años podría estar tan bien dotado para la paz como para la guerra. Pero soportó<br />
con resignación la ten<strong>de</strong>ncia a ignorarle, y aprendió a presentar sus propuestas y<br />
a sugerir sus planes a través <strong>de</strong> los pocos adultos que le escuchaban, y <strong>de</strong>jaba que<br />
las presentaran como suy as. Estaba preocupado, no por ganar prestigio, sino<br />
porque se hiciera el trabajo.<br />
Lo único que no podía aguantar era la adoración <strong>de</strong> los colonos. Aprendió a<br />
evitar los túneles don<strong>de</strong> vivían, porque siempre le reconocían (el mundo se había<br />
aprendido <strong>de</strong> memoria su cara), y le gritaban y le chillaban y le abrazaban y le<br />
felicitaban y le mostraban al niño que se llamaba como él en su honor y le<br />
<strong>de</strong>cían que era tan joven; eso les <strong>de</strong>strozaba el corazón y ellos no le echaban la<br />
culpa <strong>de</strong> sus asesinatos porque no era culpa suya, pues no era más que un niño.<br />
Se escondía <strong>de</strong> ellos todo lo que podía.<br />
Hubo un colono, sin embargo, <strong>de</strong>l que no podría escon<strong>de</strong>rse.<br />
En<strong>de</strong>r no estaba en Eros ese día. Había salido con el transbordador al nuevo<br />
L.I.E., don<strong>de</strong> había estado aprendiendo a hacer trabajos <strong>de</strong> superficie en las<br />
astronaves; era in<strong>de</strong>coroso que un oficial hiciera trabajos mecánicos, le dijo<br />
Chamrajnagar, pero En<strong>de</strong>r le respondió que como ahora no había mucha