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El juego de Ender - Orson Scott Card

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En<strong>de</strong>r pudiera entrar.<br />

La sala estaba como había estado siempre. En<strong>de</strong>r tenía el recuerdo lo<br />

suficientemente fresco en la memoria como para buscar una serpiente en el<br />

suelo, pero sólo había una alfombra con una cabeza <strong>de</strong> serpiente labrada en una<br />

esquina. Una imitación, no un duplicado. Para ser <strong>de</strong> gente que no conocía el<br />

arte, lo habían hecho bien. Debían haber dragado estas imágenes <strong>de</strong> la propia<br />

mente <strong>de</strong> En<strong>de</strong>r, buscando y aprehendiendo sus sueños más oscuros a través <strong>de</strong><br />

años luz. Pero ¿por qué? Para traerle a esta sala, por supuesto. Para <strong>de</strong>jarle un<br />

mensaje. Pero ¿dón<strong>de</strong> estaba el mensaje y cómo iba a enten<strong>de</strong>rlo?<br />

<strong>El</strong> espejo estaba esperándole en la pared. Era una burda hoja <strong>de</strong> metal, en la<br />

que había sido ray ada toscamente la forma <strong>de</strong> una cara humana. Intentaron<br />

dibujar la imagen que <strong>de</strong>bería ver en la escena.<br />

Y mirando al espejo se recordó a sí mismo rompiéndolo, quitándolo <strong>de</strong> la<br />

pared, y las serpientes brincando <strong>de</strong>l hueco escondido, atacándole, mordiéndole<br />

en todos los sitios don<strong>de</strong> sus venenosos colmillos encontraban dón<strong>de</strong> aferrarse.<br />

« ¿Hasta qué punto me conocen? —se preguntó En<strong>de</strong>r—. ¿Lo suficiente como<br />

para saber con cuánta frecuencia he pensado en la muerte, para saber que no le<br />

tengo miedo? Lo suficiente para saber que, incluso temiendo a la muerte, no<br />

<strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> quitar ese espejo <strong>de</strong> la pared» .<br />

Se acercó al espejo, lo levantó y lo retiró. No surgió nada <strong>de</strong>l espacio que<br />

había <strong>de</strong>trás. En cambio, en un recodo ahuecado había una bola blanca <strong>de</strong> seda,<br />

con unas cuantas hebras <strong>de</strong>shilachadas que asomaban al azar. ¿Un huevo? No. La<br />

crisálida <strong>de</strong> un insector reina, y a fertilizada por los machos larvales, fuera <strong>de</strong> su<br />

propio cuerpo y preparada para arrojar al mundo cien mil insectores, incluy endo<br />

unas cuantas reinas y machos. En<strong>de</strong>r podía ver a los machos con aspecto <strong>de</strong><br />

babosa adherirse a las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> un túnel negro, y a los adultos gran<strong>de</strong>s<br />

transportar a la niña reina a la sala <strong>de</strong> apareamiento; todos los machos<br />

penetrarían a la reina larval por turnos, se estremecerían en éxtasis, y morirían,<br />

cay endo al suelo <strong>de</strong>l túnel y marchitándose. Después, la reina nueva sería<br />

<strong>de</strong>positada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la reina vieja, una criatura magnífica ataviada con alas<br />

blandas y trémulas, que habían perdido el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> volar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho<br />

tiempo, pero que seguían teniendo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la majestad. La reina vieja le dio<br />

un beso para que se durmiera con el agradable veneno <strong>de</strong> sus labios, luego la<br />

envolvió en hebras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el vientre, y le mandó ser ella misma, ser una nueva<br />

ciudad, un nuevo mundo, dar a luz a muchas reinas y a muchos mundos.<br />

« ¿Cómo sé todo esto? —pensó En<strong>de</strong>r—. ¿Cómo puedo ver todas estas cosas<br />

como recuerdos <strong>de</strong> mi propia mente?» .<br />

A modo <strong>de</strong> respuesta, vio la primera <strong>de</strong> sus batallas contra las flotas<br />

insectoras. La había visto ya en el simulador; ahora la veía como la vio la reinacolmena,<br />

a través <strong>de</strong> muchos ojos distintos. Los insectores formaron su globo <strong>de</strong><br />

naves, y entonces salieron <strong>de</strong> la oscuridad los terribles cazas, y el Pequeño

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