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El juego de Ender - Orson Scott Card

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la clasificación. Nada personal, Wiggin, pero estoy seguro que pue<strong>de</strong>s formarte a<br />

expensas <strong>de</strong> algún otro.<br />

—Es todo corazón —dijo Petra.<br />

Madrid se acercó a la chica y le cruzó la cara con el revés <strong>de</strong> la mano. No<br />

sonó mucho, pues la había golpeado con las uñas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos. Pero en la mejilla<br />

aparecieron unas señales rojas, cuatro, y otras tantas gotas <strong>de</strong> sangre marcaban<br />

los puntos don<strong>de</strong> habían dado las puntas <strong>de</strong> las uñas.<br />

—Estas son tus instrucciones, Wiggin. Y espero que esta sea la última vez que<br />

tengo que hablar contigo. Te mantendrás aparte mientras nos entrenamos en la<br />

sala <strong>de</strong> batalla. Naturalmente, tienes que estar ahí, pero no pertenecerás a ningún<br />

batallón y no tomarás parte en ninguna maniobra. Cuando se nos llame a una<br />

batalla, te vestirás rápidamente y te presentarás en la puerta como todos los<br />

<strong>de</strong>más. Pero no atravesarás la puerta hasta que hay an pasado cuatro minutos<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong>l <strong>juego</strong>, y entonces permanecerás en la puerta, sin<br />

<strong>de</strong>senfundar ni disparar tu arma, hasta que el <strong>juego</strong> termine.<br />

En<strong>de</strong>r asintió con la cabeza. Así que iba a ser nadie. Anheló que el<br />

intercambio tuviera lugar pronto.<br />

Se dio cuenta también <strong>de</strong> que Petra no había hecho nada parecido a gritar <strong>de</strong><br />

dolor o llevarse la mano a la mejilla, aunque una <strong>de</strong> las gotas <strong>de</strong> sangre había<br />

comenzado a correr dibujando una veta que llegaba a la mandíbula. Podía ser<br />

una marginada, pero y a que Bonzo Madrid no iba a ser su amigo, entablaría<br />

amistad con Petra.<br />

Se le asignó una litera al fondo <strong>de</strong>l dormitorio. La litera superior, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la que,<br />

estando tumbado, ni siquiera podía ver la puerta; la curva <strong>de</strong>l techo la bloqueaba.<br />

Había otros chicos cerca <strong>de</strong> él, chicos con aspecto cansado y gesto taciturno, los<br />

menos valiosos. No tenían ninguna palabra <strong>de</strong> bienvenida que <strong>de</strong>cir a En<strong>de</strong>r.<br />

En<strong>de</strong>r intentó abrir su casillero palmándolo, pero no pasó nada. Entonces se<br />

dio cuenta <strong>de</strong> que los casilleros no tenían ningún seguro. Los cuatro tenían<br />

tiradores para abrirlos. Ahora, en una escuadra, nada era privado.<br />

Había un uniforme en el casillero. No era el ver<strong>de</strong> pálido <strong>de</strong> los reclutas, sino<br />

el uniforme ver<strong>de</strong> oscuro con guarniciones naranja <strong>de</strong> la escuadra Salamandra.<br />

No le iba bien. Pero, claro, era probable que nunca se hubiesen visto en la<br />

necesidad <strong>de</strong> entregar un uniforme así a un chico tan joven.<br />

Estaba empezando a sacarlo cuando advirtió que Petra caminaba por el<br />

pasillo en dirección a su cama. Se <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> la litera y se puso en pie para<br />

saludarla.<br />

—Tranquilo —dijo—. No soy un oficial.<br />

—Eres jefe <strong>de</strong> batallón, ¿no?<br />

Alguien que estaba cerca le interrumpió:<br />

—¿Qué te ha hecho pensar eso, Wiggin?<br />

—Ocupas una litera <strong>de</strong>lante.

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