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el judaísmo y la mujer

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370/<br />

No sólo hemos <strong>el</strong>egido tratar a los personajes femeninos, ya de<br />

por si una novedad, sino que hemos tratado de leerlos a partir de una<br />

mirada femenina. Incluso, tratamos de evitar, buscarles aqu<strong>el</strong>los <strong>el</strong>ementos<br />

positivos que caracterizan a <strong>la</strong>s virtudes generalmente adjudicadas a<br />

<strong>la</strong>s figuras masculinas. Mas aun, tampoco ocultamos aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s conductas<br />

que muchas veces los educadores de <strong>la</strong> educación formal obvian, creyendo<br />

que empañarían a <strong>la</strong>s figuras históricas.<br />

Independientemente de si <strong>el</strong> lector es hombre o <strong>mujer</strong>, pudo notar<br />

que hemos tratado de conectarnos con lo realmente femenino e íntimo<br />

de <strong>la</strong> figura en cuestión.<br />

Cuando se lee <strong>el</strong> texto con especial sensibilidad, como algunos de<br />

los grandes exégetas han sabido hacerlo, podemos encontrar en él resonancias<br />

hasta ahora enmudecidas.<br />

Nos hemos propuesto una lectura natural e igualitaria, humana o<br />

como se dice en hebreo “a <strong>la</strong> altura de los ojos”, ni desde <strong>la</strong>s alturas d<strong>el</strong><br />

Olimpo de los sabios, ni desde abajo, en una falsa simplificación o populismo.<br />

Nos hemos propuesto penetrar junto a nuestros sabios en <strong>la</strong> riqueza<br />

infinita de <strong>la</strong>s Escrituras, esa amplitud fecunda, humana y divina. Nos<br />

apartamos d<strong>el</strong>iberadamente de los análisis históricos y literarios y de <strong>la</strong><br />

crítica bíblica, mundos que dejamos a otras ramas, no por no ser interesantes,<br />

sino porque nos hubieran apartado de nuestro objetivo.<br />

Hemos <strong>el</strong>egido a algunas de <strong>la</strong>s <strong>mujer</strong>es sin necesariamente dibujar<br />

un hilo conductor entre <strong>el</strong><strong>la</strong>s, aunque sí entretejiendo redes ocultas<br />

tras <strong>la</strong> escena que nos permitan saltar, “linkear”, ensamb<strong>la</strong>r y conectar,<br />

diferentes partes d<strong>el</strong> texto, en un juego de atemporalidad, tal como lo<br />

hicieran durante generaciones nuestros sabios y hermeneutas.<br />

Lo más fácil hubiera sido seguir con <strong>la</strong> línea androcéntrica1, que<br />

guía prácticamente <strong>la</strong> línea de <strong>la</strong> historia en general y <strong>la</strong> lectura tradicional<br />

de <strong>la</strong>s fuentes. Esa lectura de <strong>la</strong> preeminencia de lo masculino está<br />

tan enraizada que aún cuando es realizada por <strong>mujer</strong>es y para <strong>mujer</strong>es,<br />

anu<strong>la</strong> prácticamente lo femenino. Ello sucede muchas veces, también en<br />

<strong>el</strong> encuentro, breve, casi furtivo con <strong>la</strong>s figuras femeninas.<br />

Hagamos un ejercicio:<br />

Guibor, <strong>el</strong> fuerte, <strong>el</strong> héroe, se escribe con <strong>la</strong>s letras guim<strong>el</strong>, bet y<br />

resh, <strong>la</strong>s de guever –hombre-. Superar obstáculos o a los enemigos, se dice<br />

en hebreo lehitgaber, que podríamos traducir, sin mucho esfuerzo como<br />

“hacerse hombre”. Guibor no aparece en <strong>la</strong>s escrituras en su forma<br />

femenina guiborá. Sin embargo, existe <strong>la</strong> forma guevirá, como señora,<br />

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