06.12.2012 Views

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

LITERATURA POLICIAL<br />

idiotez de Ciencias Filológicas y tú, un estibador. <strong>El</strong><strong>la</strong> me presentó<br />

a Julio, su primo, porque, vaya, yo nunca le he dicho que me<br />

gusta singarme a los hombres, soy macho, me acuesto con mujeres<br />

pero creo que el<strong>la</strong> adivinó esa debilidad.<br />

Julio, en <strong>la</strong> oscuridad, no te oye llegar. La música lo ensordece.<br />

Lo embobece. Un movimiento, uno solo, le tapa <strong>la</strong> boca, <strong>la</strong> nariz.<br />

Lo ahoga. Lentamente. Manotea en el aire y tú te separas, no<br />

vaya a arañarte o arrancarte algún pelo que te pueda incriminar.<br />

No te das cuenta que <strong>la</strong>s manos del otro se han aferrado a <strong>la</strong><br />

grabadora. Lo arrastras hasta <strong>la</strong> cocina. Le metes <strong>la</strong> cabeza dentro<br />

del horno. Suspiras. Qué hambre tengo, este maricón de mierda<br />

hace tres meses que no me invita a comer, Porque estoy bravo<br />

contigo, papito, lo que te dije en el camello era verdad, solo me<br />

pegué un poquito a ti, para sentirte, mi mu<strong>la</strong>tón. Y me empujaste.<br />

Por eso te dije lo que te dije, papichurri. Y estoy bravo contigo.<br />

Nada de comida, porque si alimento tus tripas, alimento tu pinga.<br />

Y también estoy bravo con tu pinga. Sientes un ligero vahído, no<br />

sabes si de miedo, hambre o triunfo. Abres el gas. Un tenue tufillo<br />

sale, muy tenue, pero no le das importancia. Adiós, amorcito, a<br />

los hombres no se les arma esos shows. Aquí, en Los Sitios, eso<br />

cuesta <strong>la</strong> vida. Lo piensas. ¿Lo piensas? ¿Lo susurras? Te dejo <strong>la</strong><br />

música porque me enseñaste que “es sacrilegio apagar una buena<br />

melodía”. Con cuidado, le muerdes el cuello —sin dejar huel<strong>la</strong>s<br />

de dientes—, le das un chupetón, limpias <strong>la</strong> saliva. <strong>El</strong> crimen perfecto,<br />

Julito, te suicidaste. Cierras <strong>la</strong> puerta y te vas.<br />

Ay, mi prima, tremendo show, niña. Le grité en medio del<br />

camello, una pataleta de maricón despechado. Pero ese mu<strong>la</strong>tón<br />

me gusta y no tiene que hacerme eso en público, rechazarme así.<br />

No, si lloro de despecho, de ganas de acostarme con él pero lo<br />

estoy llevando de <strong>la</strong> mano y corriendo. No, déjame a mí, preparo<br />

un té en <strong>la</strong> hornil<strong>la</strong> eléctrica, niña, si no tengo gas. <strong>El</strong> mismo día<br />

de <strong>la</strong> bronca con Ciriaco, fue un día perro. Nada, que <strong>la</strong> gente de<br />

111

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!