06.12.2012 Views

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

NARRATIVA<br />

rítmicamente de entre <strong>la</strong>s nalgas B. A jadeando y B gimiendo y al<br />

revés también, c<strong>la</strong>ro, el pene B entrando y saliendo percutoramente,<br />

etcétera.<br />

—Disculpen —dije—, ¿ustedes hacen eso todo el tiempo?<br />

Entonces me di cuenta de que <strong>la</strong> oficina seguía repleta de cajas,<br />

<strong>la</strong>s cuatro paredes hasta el techo, no sé si eran <strong>la</strong>s mismas que<br />

montamos en <strong>la</strong> camioneta porque no había forma de diferenciar<br />

unas de otras, quizás eran otras, quizás <strong>la</strong>s del próximo<br />

contrabando, el contrabando de piezas que no se acabarían<br />

nunca.<br />

Esquivé <strong>la</strong> cópu<strong>la</strong> y fui hasta <strong>la</strong> mesa. <strong>El</strong> maletín me l<strong>la</strong>maba.<br />

Lo abrí sin dificultad. Había dos cheques del Banco<br />

Metropolitano.<br />

Derechos de autor, decían. Millones. Millones. Estuve mirando<br />

esos dos pedazos de papel hasta que escuché <strong>la</strong> voz de B a mis<br />

espaldas, diciéndome que no tuviera pena, que me quedara con<br />

uno.<br />

—Para que lo guardes —ac<strong>la</strong>ró A—. Ni se te ocurra ir a<br />

cobrarlo.<br />

—Si te apareces con eso en un banco —explicó B—,<br />

inmediatamente se ponen a investigar de dónde salió y ahí mismo<br />

nos <strong>la</strong> cortan.<br />

—¿Quieren decir que no se pueden…? —empecé a preguntar,<br />

poniendo mi sonrisa de cansancio, y entonces los Mellizos me<br />

enseñaron todos los cheques que tenían acumu<strong>la</strong>dos.<br />

No los pude contar.<br />

Era demasiado para un día.<br />

—Pero un día podremos cobrarlos —dijo A, solemne.<br />

—Seremos ricos, escritor —dijo B—. Hay mucha p<strong>la</strong>ta<br />

guardada en estos papelitos.<br />

Yo recordé el animado de los dos tiburones hambrientos que<br />

entran a <strong>la</strong> bodega de un barco hundido imaginando el atracón<br />

que se van a dar. La bodega está repleta. Al final, uno de los<br />

21

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!