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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

Agrupados de Neptuno a nuestro p<strong>la</strong>neta, se nos hace necesario<br />

sustituir a <strong>la</strong>s presentes IAs jueces, fabricadas en Urano, por otras<br />

máquinas manufacturadas en el hermano municipio de China. La<br />

transmisión de todos los datos del proceso actual a los nuevos<br />

magistrados durará veinte minutos. Lamentamos cualquier inconveniente<br />

o incomodidad que este <strong>la</strong>mentable hecho pueda ocasionarles.<br />

La noticia provocó algunos comentarios, pero como cosas<br />

semejantes sucedían a diario, rápidamente los medios informativos<br />

decidieron aprovechar el inevitable tiempo muerto interrogando<br />

a los presentes sobre sus opiniones acerca del caso.<br />

Para <strong>la</strong> mayoría <strong>la</strong> solución era sencil<strong>la</strong>: los acusados sólo<br />

podían ser dec<strong>la</strong>rados culpables del delito. La lógica y el sentido<br />

común así lo indicaban.<br />

—Es una defensa sosa —comentó alguien que no quiso ser<br />

identificado—. Una mentira que ningún juez se creería.<br />

Por su parte, Abel “<strong>El</strong> Prisionbreik” Solá, abogado defensor<br />

famoso por sus bur<strong>la</strong>s profesionales al sistema judicial, agregó:<br />

—¡Gallinas en los árboles! Esos dos merecen ser dec<strong>la</strong>rados<br />

culpables aunque sólo sea por no haber tenido suficiente imaginación<br />

como para inventar un cuento más creíble.<br />

Sólo el abogado defensor y el fiscal permanecían en silencio y<br />

apartados de todos. En varias ocasiones distintos reporteros<br />

intentaron acercárseles, pero ambos los despacharon sin aceptar<br />

<strong>la</strong> entrevista. Como en los clásicos y legendarios duelos del Viejo<br />

Oeste, permanecían inmóviles, expectantes, mirándose a los ojos<br />

con los rostros tensos, como si sus mismas vidas dependieran del<br />

arbitrio judicial.<br />

Las nuevas juezas entraron a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> pasados unos cincuenta<br />

minutos. Sus movimientos eran más mecánicos que <strong>la</strong>s de sus<br />

antecesoras, y sobre su pecho bril<strong>la</strong>ban <strong>la</strong>s sig<strong>la</strong>s: ATEC PANDA<br />

“NUEVA GENERACIÓN”.<br />

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