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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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NARRATIVA<br />

y aproveché para sacarle <strong>la</strong> lengua, mentarle <strong>la</strong> madre, nunca le<br />

había sacado <strong>la</strong> lengua a un retrato. Roger se demoraba y me<br />

vestí, estar so<strong>la</strong> sobre aquel<strong>la</strong> cama era muy triste, mirar alrededor,<br />

allá mi butaca, aquel<strong>la</strong> bandera rara colgando allí, y el viento,<br />

sop<strong>la</strong>ndo afuera, uuuuuuuuu, el viento que no alcanzaba ya a<br />

mover <strong>la</strong> bandera, y <strong>la</strong> vaca que miraba desde su sitio encima de<br />

<strong>la</strong> mesa de noche. Koninkrijk der Neder<strong>la</strong>nden, volví a leer. Roger<br />

regresó, también se había vestido. Trata de lograr el mejor precio<br />

para <strong>la</strong> PC, dijo, me preocupa mucho mi madre, no sé cuándo<br />

pueda yo mandarle algún dinero. Roger tenía los ojos bril<strong>la</strong>ntes,<br />

y no quise pensar en lo qué había estado haciendo tanto tiempo<br />

en el baño. En <strong>la</strong> casa sólo había un baño, podríamos llorar y<br />

<strong>la</strong>varnos <strong>la</strong> cara, todo eso por turnos. Me voy, dije. Roger me<br />

miró sin atreverse a decir algo, al rato ac<strong>la</strong>ró que el viaje sería el<br />

martes, a <strong>la</strong>s dos de <strong>la</strong> tarde, Iberia, a Madrid, de ahí a<br />

Amsterdam, en Air France. No tenía <strong>la</strong> intención de ir al aeropuerto<br />

y lo dije. No quiero que vayas, dijo él. Fuimos hasta <strong>la</strong><br />

puerta, <strong>la</strong> paz estaba todavía echada allí, en <strong>la</strong> terraza, al principio<br />

<strong>la</strong> creí dormida pero después abrió los ojos y se puso a mirarnos.<br />

¿Cuando vengo a buscarlo todo?, quise saber. Te dejo <strong>la</strong><br />

l<strong>la</strong>ve, cuando logres vender <strong>la</strong> PC y llevarte lo que desees le llevas<br />

<strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve a <strong>la</strong> vieja. Estuve segura de que sería muy difícil regresar<br />

a aquel lugar, Roger estaría con una vaca allá en Gaewtzee y yo<br />

acá, sentada en mi butaca. So<strong>la</strong>. Muy injusto eso. Una mierda.<br />

Pero el mundo lo era. Casi todo el mundo. Y <strong>la</strong> vida. La vida a <strong>la</strong><br />

que no le bastaba estar en low, <strong>la</strong> muy puta se regodeaba en off.<br />

La paz me miró y estuvo de acuerdo. La vida colgaba del cuello,<br />

y pataleaba, y <strong>la</strong> soga era de cáñamo. No nos veremos más, dijo<br />

él. Por Dios, no seas dramático, suena como si fueras a morirte,<br />

te vas a Ho<strong>la</strong>nda, allá te espera una muchacha, comerás queso,<br />

regresarás en dos o tres años, y estarás muy gordo y muy b<strong>la</strong>nco<br />

y serás adicto a <strong>la</strong> marihuana. Nos reímos. A <strong>la</strong> paz aquello no le<br />

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