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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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NARRATIVA<br />

los pies. ¿Tu hombría está en los calcañales? Decide tú”.<br />

Ramón sonríe y dice que no, exige que no insista porque siempre<br />

va a decir lo mismo. Que nada va a ganar con mostrarle sus<br />

limitaciones, él <strong>la</strong>s conoce mejor que nadie. Bien sabe que es dificilísima<br />

su vida, y que puede ser peor, sabe que su madre hace de<br />

todo para procurarle <strong>la</strong> comida, y que pelea muchísimo, que él<br />

pocas cosas puede inventar con una mano aferrada a <strong>la</strong> muleta.<br />

Insiste en que lo ayude de otra forma, conoce de sus variadísimos<br />

negocios. En el so<strong>la</strong>r se sabe todo, muchas veces ha visto cuando<br />

llegan sus visitas y cuando se van más tarde, siempre se llevan<br />

algo que no trajeron. Escuchó muchos comentarios. En el so<strong>la</strong>r<br />

todos dicen que vende cuadros de artistas de gran fama y que por<br />

eso recibe muchísimo dinero, que es un traficante de joyas, que<br />

todo aquel que en el mundo quiere comprar algo Art Dèco viene<br />

a Cuba y se encuentra con Jorge Ángel, que hizo <strong>la</strong>rgos recorridos<br />

por <strong>la</strong> is<strong>la</strong> comprando, por muy poco, todo el marfil y el cristal<br />

trabajado por Lalique. Es por eso que Ramón quiere entrar en el<br />

negocio, alguna cosa puede conseguir, y cumplir mandados, hacer<br />

de recadero. Ramón casi suplica antes de marcharse y vuelve al<br />

día siguiente. Se le ocurrió una buena idea. Conoce a alguien que<br />

puede construirle una muleta nueva, hueca, donde puedan guardar<br />

el cuadro si lo enrol<strong>la</strong>n bien, pero Jorge Ángel se ríe y le<br />

recomienda no ver tantas pelícu<strong>la</strong>s, también que el negocio está<br />

completo. “Otro no cabe”.<br />

Si Ramón tuviera articu<strong>la</strong>ciones se habría puesto de rodil<strong>la</strong>s,<br />

aunque no fuera devoto ni servil, pero de nada serviría. <strong>El</strong> vecino<br />

estaba decidido y puso en <strong>la</strong> mesa cada carta. “Lo tomas o lo<br />

dejas”, dijo el día anterior, al siguiente, en el tercero, y lo siguió<br />

diciendo, y mantuvo su promesa de ayudarlo de otra forma, de <strong>la</strong><br />

manera en que no quería Ramón que lo ayudara, porque él no era<br />

maricón, y no iba a serlo, aunque se muriera de hambre y cada<br />

vez se preguntara qué hacer para ganar dinero, de dónde sacar<br />

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