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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

Los cinco representantes esperaban sentados alrededor de <strong>la</strong><br />

mesa de reuniones.<br />

Esperaban.<br />

<strong>El</strong> de más edad se inclinó sobre <strong>la</strong> mesa para poder ver en<br />

dirección a <strong>la</strong> puerta. —<strong>El</strong> chino no viene, y son <strong>la</strong>s nueve —<br />

dijo—. Media hora aquí viéndonos <strong>la</strong>s caras.<br />

—Él vendrá —dijo el que estaba a <strong>la</strong> cabecera.<br />

—C<strong>la</strong>ro que sí, cuando crea que nos ha humil<strong>la</strong>do lo suficiente.<br />

Se hizo silencio.<br />

<strong>El</strong> único negro se limpió <strong>la</strong> garganta antes de hab<strong>la</strong>r. —¿Por<br />

qué sería tan hijo de puta como eso?<br />

—Es sólo su estilo de negociar —dijo el anfitrión.<br />

—No es un negociador —dijo el más joven—. La tarjeta dice<br />

“Persona de Contacto”.<br />

—Eso también es parte de su estilo, enviar a alguno de poco<br />

nivel.<br />

Volvió el silencio.<br />

—Es su forma de decirnos que no nos dan opción —dijo el que<br />

no había hab<strong>la</strong>do antes, un hombre de cabello castaño rizado.<br />

<strong>El</strong> negro apoyó <strong>la</strong> cabeza en <strong>la</strong> mano derecha. —¿Y de verdad<br />

no tenemos opción? —preguntó—. Siempre podemos seguir con<br />

Winux y <strong>la</strong> arquitectura propietaria.<br />

—<strong>El</strong> software no es el problema —dec<strong>la</strong>ró el joven—. Y <strong>la</strong><br />

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