El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada
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NARRATIVA<br />
también sonríe, muestra su lengua, asegura que le rega<strong>la</strong>rá zapatos<br />
si le muestra lo que le gusta. Ramón se sentiría mejor si su<br />
vecino no hiciera chistes. <strong>El</strong> alcohol lo puso triste y hab<strong>la</strong> del<br />
camino a Guantánamo, de sus p<strong>la</strong>nes, de <strong>la</strong>s esperanzas que tenía,<br />
de Nueva York, del dinero que pensaba ganar, de sus pantalones<br />
recortados, de los zapatos que vendió <strong>la</strong> madre, y del miedo que<br />
tiene a caerse en medio de <strong>la</strong> calle. En <strong>la</strong>s noches le duelen <strong>la</strong>s<br />
axi<strong>la</strong>s, le duelen los recuerdos. Antes tuvo mujeres a montón y<br />
ahora se masturba cada día. Con <strong>la</strong> pérdida de sus piernas y del<br />
brazo izquierdo se le fueron todos los sueños. ¿Cómo va a llegar<br />
a Nueva York? Ramón perpetúa su esbeltez, lo hace en voz alta y<br />
pregunta a Jorge Ángel si recuerda, incita su pa<strong>la</strong>bra. Largos sus<br />
extremos inferiores, muslos duros, definidos en su muscu<strong>la</strong>tura,<br />
titánicas <strong>la</strong>s piernas de gemelos pronunciados, <strong>la</strong>rgos los pies; en<br />
empeines altos, y altos también los arcos. Ramón recuerda los<br />
pantalones ajustados que mostraron <strong>la</strong>s bondades de su cuerpo.<br />
—Aún te quedan <strong>la</strong>s nalgas —dice Jorge Ángel y lo invita a<br />
que <strong>la</strong>s muestre—. Es solo curiosidad —insiste el maricón.<br />
Jorge Ángel rec<strong>la</strong>ma y quiere que Ramón entienda, con semejantes<br />
muti<strong>la</strong>ciones mejor abandona tanta moralidad. Y entonces<br />
sí que hab<strong>la</strong> en serio el vecino de Ramón. Si quiere le ofrece<br />
ayuda, pero solo si él lo quiere, intenta convencerlo de que ya no<br />
está para escoger. “Dios te dejó <strong>la</strong> pértiga”. Se esmera para que<br />
entienda, no será el primero que viva de su cuerpo, y para colmo<br />
el suyo está desarmado. Son muy pocas <strong>la</strong>s opciones que le quedan.<br />
Ya no salta, no hay apuestas y <strong>la</strong> vida está muy dura, se lo<br />
dice él que conoce muy bien La Habana y sus rincones. Si se lo<br />
permite puede ayudarlo, sabe de algunos que no lo dudarían.<br />
Conoce muy bien <strong>la</strong> perversión. Jorge Ángel quiere que le muestre<br />
<strong>la</strong> pértiga, que le dé un ade<strong>la</strong>nto y él se encargará del resto. Dice<br />
que podría ganar mucho dinero, y que tiene amigos que estarían<br />
prestos a pagar sus asistencias, mucho más que los apostadores.<br />
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