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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

todo el cuerpo; el instinto le decía que sus sentidos habían sido<br />

conmocionados y que <strong>la</strong> aparente ausencia de sensaciones era una<br />

sobrecarga. En breve recuperó <strong>la</strong> percepción de su piel, agostada<br />

e hipersensible como si se hubiera inso<strong>la</strong>do; de sus oídos, apelmazados<br />

por una presión que ni recordaba; y de <strong>la</strong> vista, un tanto<br />

errática en los bordes. <strong>El</strong> equilibrio no quiso reaparecer. Reuniendo<br />

fuerzas, se dio <strong>la</strong> vuelta trabajosamente y miró en dirección a <strong>la</strong><br />

puerta del ascensor.<br />

La humareda, tenue y poca, se deshacía rápidamente, y al<br />

fondo <strong>la</strong>s hojas del ascensor estaban entreabiertas, lo suficiente<br />

para que una persona pudiera meter los hombros. Sergio se acercó<br />

cautelosamente, percibiendo <strong>la</strong> calidez que emanaba de los<br />

metales, y miró por <strong>la</strong> abertura. <strong>El</strong> piso de <strong>la</strong> caja había desaparecido,<br />

al menos en <strong>la</strong> sección que él alcanzaba, y allá abajo se<br />

veían <strong>la</strong> oscura pared del pozo y los raíles de guía. Al subir <strong>la</strong> vista<br />

asustado por <strong>la</strong> inesperada negrura, descubrió algo que no había<br />

notado antes en <strong>la</strong> mampara del ascensor.<br />

Asqueado, se tiró contra <strong>la</strong> pared del pasillo, refugiando <strong>la</strong><br />

espalda en el frescor del falso mármol; los ojos cerrados, <strong>la</strong>s<br />

manos crispadas, <strong>la</strong> mente en un ciclo de sangre y colgajos chamuscados.<br />

Alguien había p<strong>la</strong>neado muy detal<strong>la</strong>damente cómo matarlo de<br />

<strong>la</strong> forma más inevitable posible: destrozado y quemado vivo con<br />

una explosión de alto calor primero, y arrojado luego desde un<br />

piso dieciocho por el pozo de un ascensor. Probablemente gracias<br />

a un sensor de presión calcu<strong>la</strong>do para cinco personas en <strong>la</strong> caja<br />

del elevador, que activaría cargas de chorro térmico en los soportes<br />

del suelo. Cinco personas; todos y cada uno de los invitados a<br />

<strong>la</strong> reunión. <strong>El</strong> guardia de seguridad había tomado su lugar.<br />

Una técnica de dim mok. Preparar <strong>la</strong> bomba, un toque, atacar<br />

un punto afuera, el otro; los verdaderos b<strong>la</strong>ncos, como el chino,<br />

se mueven hacia un punto donde les dan el golpe final, <strong>la</strong> explo-<br />

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