06.12.2012 Views

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

CIENCIA FICCIÓN<br />

reto con manoteos.<br />

—No, ¿qué te pasa a ti? —dijo Fernando, también agresivo y<br />

gesticu<strong>la</strong>nte—. Uno viene aquí a hab<strong>la</strong>r de asuntos serios, y tú<br />

hab<strong>la</strong>ndo que si hijos de puta, que si galleticas de crema...<br />

<strong>El</strong> negro dio un manazo en <strong>la</strong> mesa. —¡Yo no me puedo creer<br />

esto! —dijo colérico—. Un diputado y el administrador de <strong>la</strong> red<br />

nacional metiendo guapería como si fueran un par de muchachitos<br />

—se levantó de un tirón, dejando los puños apoyados en <strong>la</strong><br />

mesa—. Si se van a entrar a gaznatones o a jalones de pelo, me<br />

avisan, que a mí no me gusta meterme estos shows.<br />

Los <strong>otros</strong> dos hombres se recogieron, apocados y en vergüenza.<br />

Samuel se sentó de nuevo, contro<strong>la</strong>ndo con sendas miradas <strong>la</strong><br />

paz que acababa de imponer. —Esto es serio, señores —advirtió—,<br />

así que hay que tratarlo con seriedad —se llevó <strong>la</strong> mano a<br />

<strong>la</strong> frente en un gesto de agobio—. Y el cabrón chino de mierda,<br />

que no llega.<br />

—Le he puesto un generador de mensajes automáticos —<strong>la</strong><br />

voz de Fernando era calma y conciliadora—. Cada diez minutos,<br />

con un programa de frases. No responde.<br />

—No le da <strong>la</strong> gana —dijo Julio.<br />

—O no tiene encima ningún receptor.<br />

—O lo tiene metido en los mismísimos...<br />

—¡Cago en diez cabrón! —gritó Samuel, derribando <strong>la</strong> sil<strong>la</strong><br />

para ponerse de pie—. ¿Quién carajo aquí tiene ganas de fajarse<br />

de verdad? ¿Quién carajo? —dijo, el rostro descompuesto y los<br />

ojos b<strong>la</strong>ncos—. ¡Yo sí estoy loco por meterle <strong>la</strong>s manos a alguien!<br />

—Si te vas a comer a alguien —intervino Sergio desde <strong>la</strong> puerta—,<br />

que sea al chino. En fin de cuentas, él es el culpable de que<br />

<strong>la</strong> gente esté como está.<br />

—No jodas —dijo Samuel, <strong>la</strong> cabeza hundida entre los hombros<br />

como si intentara tragarse algo imposible—. <strong>El</strong> chino no es<br />

251

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!