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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

maná en un futuro… Pero lo que de veras acaeció después, el<br />

recuento total hasta <strong>la</strong> fecha a <strong>la</strong> que tú quisieras que yo acabara<br />

de llegar, sería interminable y tedioso, repleto de aparentes nimiedades,<br />

<strong>la</strong>s goticas insidiosas del día a día. Que si los deberes de<br />

marido, que si <strong>la</strong>s tareas del hombre de <strong>la</strong> casa, y <strong>la</strong>s frecuentes<br />

interrupciones para poner orden en el “gabinete”: <strong>la</strong>s mil y una<br />

menudencias amargas que un día, un día cualquiera te hacen<br />

estal<strong>la</strong>r… Sólo <strong>la</strong> gente como tú, los que no han liquidado a persona<br />

alguna, puede juzgar que matar es un acto extravagante. Te<br />

invito a indagar una estadística: ¿Qué hay en el mundo más escritores<br />

o asesinos? Matar, te lo aseguro, no es más difícil que escribir<br />

una nove<strong>la</strong>… Escribir para no pensar en… Eso… Se salta<br />

episodios, ya los escribirá más ade<strong>la</strong>nte; <strong>la</strong> catarsis lo imp<strong>la</strong>nta en<br />

el fragor del combate librado en los callejones de <strong>la</strong> vil<strong>la</strong>, su jactancia<br />

de pendenciero diestro incitándolo a toparse con un rival a<br />

su altura. Preferiría que se entrometiera de<strong>la</strong>nte el mismísimo<br />

Santiago Monasterio, aunque esa ya oportunidad ya no puede<br />

darse, porque el filibustero optó por dejar al padre de Isabel descarriado<br />

en el ancho mar, evitando que su alfanje arrancase de un<br />

tajo los dos corazones fundidos por el cordón de sangre. Los ojos<br />

de azor marinero divisan en el centro del tropel a un bajito y<br />

corajudo que derribó a tres de los salteadores con <strong>la</strong> saña de un<br />

macauitl. Diego Grillo saca celeridad de su sangre hirviente y<br />

aparta a empujones a <strong>otros</strong> posibles g<strong>la</strong>diadores. No es <strong>la</strong> furia<br />

desnuda de <strong>la</strong> pelea, ni el ansia de venganza por <strong>la</strong> pérdida de los<br />

suyos, lo que hace al mu<strong>la</strong>to arrol<strong>la</strong>r hasta el encontronazo con el<br />

montante de los Guerreros Águi<strong>la</strong>. Sino su color de mestizo, el<br />

semb<strong>la</strong>nte de un raza turbia como él. Enervado por el malinchismo<br />

del indiano que rinde <strong>la</strong> espada del abuelo azteca al mandato<br />

de Su Majestad Católica, alza el infiel su sable hostil a Castil<strong>la</strong>,<br />

esquiva los filos de obsidiana y atina a traspasar con el hierro <strong>la</strong><br />

madera quebradiza del arma contrincante. <strong>El</strong> traidor no se queja<br />

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