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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

sometieron a hipnosis y le hicieron tres regresiones; con muchos<br />

menos recursos económicos, no tenían el acceso a <strong>la</strong> tecnología de<br />

punta de sus rivales.<br />

Al terminar el tiempo de descanso, dos despampanantes mujeres<br />

desnudas salieron al cuadrilátero, ostentaron orgullosas y con<br />

seductores contoneos su filiación mamífera para anunciar así el<br />

comienzo del 2do round. Pero ninguna comisión feminista presentó<br />

protesta alguna: al fin y al cabo no se trataba de humanas<br />

auténticas, sino simples Afroditas, cyborgs de p<strong>la</strong>cer de última<br />

generación.<br />

Los luchadores tomaron asiento nuevamente en el MIO, ya<br />

sin saludarse.<br />

<strong>El</strong> árbitro activó por segunda vez los dispositivos.<br />

Ahora “Sin-Cráneo” tomó <strong>la</strong> de<strong>la</strong>ntera: envió una onda mentálica<br />

que destruyó a su oponente un par de axones esenciales,<br />

dejándolo anonadado durante casi un cuarto de segundo. Al<br />

americano incluso se le desorbitaron por un instante los ojos ante<br />

tan re<strong>la</strong>mpagueante ofensiva, pero unas cuantas pa<strong>la</strong>bras c<strong>la</strong>ves,<br />

oportunamente voceadas por su equipo técnico desde su esquina,<br />

le hicieron salir del shock a duras penas, despabi<strong>la</strong>rse y erigir<br />

nuevas conexiones neuronales.<br />

No obstante, ni así logró recuperarse lo suficiente como para<br />

<strong>la</strong>nzar el contraataque que necesitaba para nive<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s acciones en<br />

el segundo asalto; apenas pudo detener un sólido golpe sobre <strong>la</strong><br />

zona de <strong>la</strong> audición, que lo hizo tambalearse.<br />

Pero no era desequilibrarlo <strong>la</strong> estrategia del cubano: “Sin-<br />

Cráneo”, actuando improvisadamente, según <strong>la</strong> tradición de <strong>la</strong><br />

escue<strong>la</strong> antil<strong>la</strong>na de boxeo, había concluido con astucia que si <strong>la</strong>s<br />

funciones mentales de su contrincante se agudizaban con <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras<br />

de los entrenadores, entonces para ganar lo primero que<br />

debía hacer era impedir que pudiera oír<strong>la</strong>s. Por eso insistió en su<br />

ataque al lóbulo auditivo del norteño, una y otra vez.<br />

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