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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

—¿Qué es lo que pasa?<br />

—Como usted verá, yo me encuentro en una situación muy<br />

difícil. Tengo que actuar y en este enredo hay dos o tres socios de<br />

aquí del barrio. <strong>El</strong> Puchy es como mi hermano, estuvimos juntos<br />

en Ango<strong>la</strong> antes de hacerme policía y todo eso que usted sabe. Yo<br />

sé que él tiene que ver con esto y anda huyéndome. También me<br />

preocupa lo de Pechoemulo.<br />

—¿Qué pasa con Pedro Pechoemulo?<br />

—<strong>El</strong> cadáver no aparece.<br />

—¡<strong>El</strong> cadáver!<br />

—C<strong>la</strong>ro, el cadáver. Se supone que lo hayan asesinado. Si<br />

Chago el Buey es el que tiene <strong>la</strong>s gafas y Pechoemulo lo sabe y<br />

quiere joderlo en el negocio, es lógico que lo mate... C<strong>la</strong>ro, que<br />

eso no lo va a hacer el mismo Chago, él se cuida mucho de esas<br />

cosas. Seguramente va a usar a alguna de su gente... No, al<br />

Gordillo no, ese es un infeliz que hasta yo le saco información y<br />

lo que hace es enredarse cada vez más con Chago y esa gente...<br />

Pero... puede usar a Tanganica. Tanganica acaba de salir de <strong>la</strong><br />

cárcel y es incondicional de Chago el Buey. Además, en el barrio<br />

se comenta que estando él allá adentro, Pechoemulo andaba con<br />

su mujer, Mabel <strong>la</strong> Rubia, ¡tremendo cuero!<br />

¡Todo un argumento! La verdadera solución para mi nove<strong>la</strong>.<br />

Yo había soltado <strong>la</strong> idea y los personajes se me habían ido de <strong>la</strong>s<br />

manos. Eso cuando ocurre en <strong>la</strong> hoja de papel es magnífico, pero<br />

cuando <strong>la</strong> creación literaria y <strong>la</strong> realidad se revuelven una con <strong>la</strong><br />

otra, y <strong>la</strong> vida de un hombre está en juego ya es harina de otro<br />

costal. Sin embargo, a Leonardo no parecía importarle nada <strong>la</strong><br />

tragedia. Él estaba en lo suyo, y para él y para todo el barrio si<br />

Pedro Pechoemulo no estaba muerto le faltaba poco.<br />

Traté de explicarle que todo aquello era una locura, que había<br />

que hacer algo para detenerlo.<br />

—Detenerlo, sí —me dijo—, hay que detenerlo. Voy para <strong>la</strong><br />

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