El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada
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NARRATIVA<br />
entre ridícu<strong>la</strong> y paternal. ¿Cuánto duró? ¿Dos minutos, tres minutos,<br />
diecinueve? Debíamos separarnos, olvidarnos de esta locura,<br />
tomar cada uno por caminos que no volvieran a juntarse… Pero<br />
una idea re<strong>la</strong>mpagueó en mi cerebro. Yo no sería un rival para<br />
Alicia. Ningún macho lo sería: ni el Marlon Brando de Nido de<br />
ratas, ni el Richard Gere de Gigoló americano o el John Travolta<br />
de Pulp fiction. Pero una criatura exótica y repulsiva sí podría.<br />
Aparté de mi cuerpo el cuerpo de Rebeca, <strong>la</strong> tomé por los hombros<br />
y <strong>la</strong> recosté al colchón. Intentó ofrecer resistencia cuando vio<br />
que mis manos tiraban del blúmer, pero después desistió. Tiré a<br />
un <strong>la</strong>do el blúmer y el algodón y abrí sus piernas de par en par.<br />
¡Bel<strong>la</strong> obra! ¡Bellísima! Rugiente obra de orfebre. Rebeca debió<br />
pensar que solo <strong>la</strong> penetraría. Pero no pudo contener un grito de<br />
sorpresa cuando vio que mi lengua se hundía en el canal descompuesto<br />
de su vulva, adonde entró y salió sin remilgos, volvía a<br />
entrar y salir, investigaba ciegamente arriba, analizaba locamente<br />
abajo, en el fondo, libando y gozando el dulzón salitre de <strong>la</strong> sangre,<br />
el estado esponjoso de <strong>la</strong> vulva en días como aquel. Disfruté<br />
sus jugos más íntimos, tragué sus coágulos veloces. Hice un alto<br />
para mirar a Rebeca. Puro espanto. Lo esperaba. Parece sangre<br />
del grupo AB. Tomé un respiro. Lo digo porque tu sangre,<br />
Rebeca, no tiene tanto salitre, es una sangre con un sabor más<br />
suave, por eso eres tan me<strong>la</strong>ncólica; estoy seguro que <strong>la</strong> de Alicia<br />
pertenece al grupo A, que es una sangre con más salitre y con más<br />
demonio. Cerró temerosa <strong>la</strong>s piernas y protegió su sexo con <strong>la</strong>s<br />
dos manos. Usted está loco, profesor, ¿qué está diciendo?, ¿no<br />
siente asco? Y por qué habría de sentirlo, Rebeca, si en <strong>la</strong> sangre<br />
viajan juntos, en absoluta armonía, <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong> muerte; nada en<br />
el mundo pesa más que <strong>la</strong> sangre. ¿Nunca leíste <strong>El</strong> paciente inglés,<br />
de Michael Ondaatje? ¡Qué lástima no tener <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>! Mordí sus<br />
manos, sus pechos, su ombligo, volví con mi lengua a hurgar en<br />
el centro de sus muslos y <strong>la</strong> sangre estalló en su vulva, contra mis<br />
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