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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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NARRATIVA<br />

no se atreven a comer <strong>la</strong> carne podrida. Ese negro parece tener<br />

más de 60 años, lo de<strong>la</strong>tan <strong>la</strong>s canas y <strong>la</strong>s pocas arrugas de su<br />

rostro. Cuando un negro tiene canas y arrugas ya está bien maduro.<br />

Me saluda con un guiño y una palmada en el hombro. Lo<br />

conozco de algún lugar. Caminamos en silencio, despacio. He<br />

visto a los perros huir con un pedazo de carne en <strong>la</strong> boca. Los he<br />

visto apurar el paso. Cierro los ojos, el negro viejo y yo y un par<br />

de perros estamos en una calle desierta. Es mediodía en<br />

Al-Jumhuriya al-‘Iraqiya. Estamos en una calle donde solo se<br />

escucha el sonido del viento. Arrastra finos granos de arena, <strong>la</strong>dridos<br />

y el lejano estallido de <strong>la</strong>s bombas. Buena parte de <strong>la</strong>s viviendas<br />

están destruidas. Y los perros huyen con un pedazo de carne<br />

en <strong>la</strong> boca, pero no está podrida. Lo puedo asegurar. Los vi acercarse<br />

a los cuerpos sin vida de los civiles, <strong>la</strong>s bajas del Ejército de<br />

Resistencia o a los soldados muertos. Dan un pequeño rodeo,<br />

olfatean el aire y el suelo. Lamen <strong>la</strong> sangre derramada en el asfalto<br />

cuando se aseguran de que no hay ningún peligro. Y también<br />

<strong>la</strong>men <strong>la</strong>s heridas. Devoran coágulos de sangre, los trozos de sesos<br />

o arrancan un pedazo de carne del cuerpo de los muertos. Como<br />

chacales. Como hienas. Pero es una carne que el calor del asfalto<br />

y el sol de Al-Jumhuriya al-‘Iraqiya todavía no han descompuesto.<br />

—¿Encontraste <strong>la</strong> felicidad en tu vida…? —dice el negro viejo;<br />

está parado frente a mí, vestido con una camisa b<strong>la</strong>nca, pantalón<br />

gris, el saco lo lleva colgado del hombro; ese negro es Morgan<br />

Freeman, estaba seguro de que lo conocía de algún lugar—, ¿<strong>la</strong><br />

encontraste?<br />

Mientras sonríe miro a los <strong>la</strong>dos. Arena. Ozono. Carne podrida.<br />

Pólvora. Estamos, Morgan y yo, sentados en unas butacas<br />

muy cómodas. Todo es silencio. Solo hay nubes a nuestro alrededor.<br />

<strong>El</strong> cielo, o lo que se alza sobre nuestras cabezas, tiene una<br />

tonalidad que alterna el gris y el amarillo tenue. Arena. Ozono.<br />

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