El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada
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LITERATURA POLICIAL<br />
hay quien pueda descansar en esas condiciones.<br />
Llegué a casa de Martincito en menos de diez minutos y me lo<br />
encontré súper alterado, empuñando el bate y profiriendo horrores<br />
frente al sillón de aluminio. Desaforado Martincito, fuera de<br />
sí por completo. Qué coño te pasa, le dije, estás borracho que no<br />
ves que no hay nadie en el sillón, que se ha marchado el sujeto.<br />
¿Cómo que se ha marchado?, me miró con rabia. Y yo: tranquilízate<br />
Martincito que ya se ha ido el hombre, no te das cuenta.<br />
Que no se ha ido a ningún <strong>la</strong>do, me dice entonces Martincito,<br />
míralo coño, mira al cabrón riéndose en mi cara. Y amenazando<br />
con el bate al sillón de aluminio: que te rompo <strong>la</strong> vida hijoepueta,<br />
lárgate de mi casa, y yo aferrando por el brazo a Martincito y él<br />
más descontro<strong>la</strong>do que nunca tratando de zafarse, y yo que deja<br />
eso Martincito que no te vuelvas loco, que si hubo alguien en tu<br />
patio se apendejó en cuanto te vio con el bate y se <strong>la</strong>rgó, no jodas.<br />
Pero Martincito a no hacerme caso y a continuar amenazando al<br />
hombre-invisible y yo en un trance cada vez más difícil porque no<br />
había manera de sujetarlo más tiempo, que no sé de dónde saca<br />
tanta fuerza <strong>la</strong> gente cuando le da un arrebato y ya no pude<br />
aguantarlo y Martincito <strong>la</strong> emprende a golpes contra el sillón de<br />
aluminio y si no lo destruye del todo es porque le falló el bate, que<br />
aunque muy bien conservado era un bate de treinta y pico de<br />
años, que lo guardaba Martincito como reliquia desde que se lo<br />
regaló el “Duke” en <strong>la</strong> decimosegunda serie. Y se partió en pedazos<br />
el bate contra el metal, primero se astilló <strong>la</strong> madera y luego se<br />
le hizo trozos en <strong>la</strong>s manos a Martincito, que ya no soportó el<br />
esfuerzo y respiró profundo y se dejó caer sobre el cemento de <strong>la</strong><br />
terraza entre <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas revolcadas y los restos del sillón de aluminio.<br />
Entonces me le acerqué por detrás y me senté junto a él en<br />
el piso y le eché un brazo sobre el hombro y le dije coño<br />
Martincito tranquilo viejo ya pasó, lo del sillón se arreg<strong>la</strong> pero el<br />
bate, compadre, un verdadero crimen lo del bate, qué pasa mi<br />
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