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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

<strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>, decía <strong>la</strong> madre mientras él pensaba en sus tres grillos,<br />

atados sobre láminas de aluminio al sol para que aprendieran a<br />

ser mejores niños y comerse toda <strong>la</strong> comida. Las luces son como<br />

sus grillos, y si no se portan bien para que él pueda cruzar <strong>la</strong> calle,<br />

<strong>la</strong>s sacará de esa caja y les hará escribir cien veces en una hoja: yo<br />

debo portarme bien.<br />

Ha cruzado. Fue muy fácil, bastó cerrar los ojos para no ver<br />

<strong>la</strong> escena y salir corriendo entre los gritos y los c<strong>la</strong>xon desesperados.<br />

Camina.<br />

La culpa es de <strong>la</strong> maestra, que escribió <strong>la</strong> nota.<br />

Y de su madre, que fue a <strong>la</strong> Iglesia de <strong>El</strong> Cobre a ver a <strong>la</strong> virgen:<br />

—Vuelvo pronto, macho, sé bueno.<br />

La madre lo dejó al cuidado de <strong>la</strong> maestra, pero los días lo<br />

esquivaron y Aquiles Rosales vio caer los <strong>la</strong>grimones. Ya no quería<br />

más regaños, ni los huevos crudos en ayunas para ponerse<br />

fuerte y que el hombre de <strong>la</strong>s esposas y <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> no se lo llevara.<br />

Además, extrañaba a sus grillos, y un poco a su madre.<br />

¿Es tonta <strong>la</strong> maestra? A él no le gusta bañarse, y <strong>la</strong> odia como<br />

nunca cuando frota <strong>la</strong> piel hasta dejar<strong>la</strong> ardiendo y llena de<br />

espuma. Eso no volverá a pasar, ya no, el niño es feliz ahora. Pero<br />

si <strong>la</strong> maestra otra vez se porta mal él comenzará a cantar y <strong>la</strong><br />

asustará con sus dientes. <strong>El</strong> orden, porque el niño debe tener sus<br />

cosas en orden, es siempre el mismo: <strong>la</strong> tonada se eleva al cielo y<br />

<strong>la</strong> saliva cubre sus dientes; <strong>la</strong> tonada se hace ritmo caótico y <strong>la</strong><br />

saliva, como una nata b<strong>la</strong>nca, opaca el frenillo, <strong>la</strong> encía y <strong>la</strong><br />

lengua; <strong>la</strong> tonada se refugia en su mente cuando él cierra los ojos<br />

para no ver <strong>la</strong> escena y c<strong>la</strong>va el punzón en el abdomen. Él respeta<br />

el orden, será el<strong>la</strong> <strong>la</strong> que rompa <strong>la</strong> armonía con sus chirridos y sus<br />

movimientos de elefante en una cuerda floja cuando <strong>la</strong> golpee.<br />

La madre, en cambio, le veía revolcarse por el fango vestido<br />

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