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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

hermano, si te hizo daño el ron vas a tener que dejar de beber o<br />

vaya usted a saber qué coño le puso <strong>la</strong> mu<strong>la</strong>ta a los frijoles que te<br />

encendió los sesos, no llores Martincito que ya se arreg<strong>la</strong> todo. Y<br />

lo ayudé a levantarse y le traje un poco de agua y en eso el patrullero<br />

apareciendo porque l<strong>la</strong>maron los del comité diciendo que<br />

unos hombres se mataban en <strong>la</strong> terraza de Martincito y los mirones<br />

llegado, todo el mundo a comentar, no sé, como si Martincito<br />

fuera un delincuente habitual, que si hay un hombre trabajador<br />

en este barrio y educado es Martincito, puedo dar fe de ello, si<br />

toda <strong>la</strong> vida lo he tenido de vecino menos los quince años que<br />

estuve viviendo en Centrohabana.<br />

Por eso me levanté y abrí de par en par <strong>la</strong> verja que separa el<br />

patio de Martincito y les dije ade<strong>la</strong>nte que no pasa nada, el bueno<br />

de Martincito que se tomó unos tragos mirando el juego y todo<br />

el tiempo los comentaristas dando por favorito a Industriales, no<br />

digo yo si iba a perder <strong>la</strong> tab<strong>la</strong>. No hay nada que <strong>la</strong>mentar si no<br />

el escándalo, perdonen todos, y el bate legendario que el “Duke”<br />

le regaló cuando <strong>la</strong> decimosegunda serie.<br />

Y entró todo el que quiso y pudo ver el leño formidable reducido<br />

a fragmentos, como si hubiera dado Martincito un jonrón<br />

<strong>la</strong>rguísimo, un último bambinazo sobre <strong>la</strong>s gradas del jardín central<br />

en el noveno inning para dejar al campo a Industriales, porque<br />

debió confundir Martincito al equipo de <strong>la</strong> capital con el<br />

sillón azul de <strong>la</strong> terraza. Un hombre de su edad no debe andar<br />

bebiendo solo, se lo tengo dicho. Miren como han quedado los<br />

muebles.<br />

Y <strong>la</strong> gente a reírse del pobre Martincito, como si no se emborracharan<br />

también los hijos de puta, que no pasa fin de semana<br />

sin que se forme bronca en <strong>la</strong> esquina y a llover <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>brotas<br />

como en mi época de Centrohabana. Que no faltó quien recogiera<br />

los ba<strong>la</strong>ncines del sillón de aluminio y los restos del espaldar,<br />

sabrá Dios con qué intenciones (lo que no deja de ser robo).<br />

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