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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

“los rusos… son vastos,<br />

vastos como <strong>la</strong> tierra en que viven,<br />

y sumamente proclives a lo fantástico y lo desordenado”.<br />

F. Dostoievski<br />

<strong>El</strong> inspector Iliá Petróvich encendió <strong>la</strong> luz y Raskólnikov se<br />

cubrió los ojos con <strong>la</strong>s manos. La habitación era pequeña,<br />

estaba compuesta por una mesa y dos sil<strong>la</strong>s, del techo colgaba<br />

un foco b<strong>la</strong>nco, <strong>la</strong>s paredes estaban cubiertas de cristales,<br />

sobre el picaporte de <strong>la</strong> puerta resaltaban los botones rojos de un<br />

intercomunicador, que conectaba <strong>la</strong> Sa<strong>la</strong> de Interrogatorios con el<br />

Departamento de Análisis y a espaldas del inspector, en el extremo<br />

derecho de <strong>la</strong> pared, una cámara encerraba el rostro de<br />

Raskólnikov, intentando registrar cada una de sus expresiones.<br />

Petróvich miró <strong>la</strong> hora en su reloj de pulsera y dijo:<br />

—Durante varios años, San Petersburgo ha sido <strong>la</strong> ciudad más<br />

violenta de Europa: robos, asaltos, vio<strong>la</strong>ciones, atentados, homicidios,<br />

secuestros. La pobreza se agolpaba en <strong>la</strong>s calles, como ese<br />

polvo arremolinado en <strong>la</strong>s esquinas cuando está a punto de llover.<br />

Pero gracias a los esfuerzos del Gobierno y al interés de <strong>la</strong><br />

Comisaría Central, <strong>la</strong> situación ha cambiado.<br />

Se acercó a los cristales como si quisiera inspeccionar <strong>la</strong> limpieza,<br />

volvió a mirar <strong>la</strong> hora en su reloj y tomó asiento frente a<br />

Raskólnikov:<br />

—Usted estudiaba leyes.<br />

—Estudio leyes —respondió Raskólnikov.<br />

—Hace dos semanas que no asiste a <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses en <strong>la</strong> Universidad.<br />

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