El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada
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NARRATIVA<br />
me da un p<strong>la</strong>zo aceptable, puedo buscarle joyas mejores. ¿<strong>El</strong><br />
paciente inglés, por ejemplo? Pero esa nove<strong>la</strong> no es de vampiros,<br />
ni <strong>la</strong> pelícu<strong>la</strong> tampoco. Óigame, yo <strong>la</strong> vi dos veces, y no creo que<br />
sea una pelícu<strong>la</strong> de vampiros. ¿Quién sabe?, no esté tan seguro: el<br />
arte se presta para múltiples lecturas y múltiples usos. <strong>El</strong> moreno<br />
se encogió de hombros y me pidió un p<strong>la</strong>zo de tres días para cumplir<br />
el encargo. Me pareció un tiempo razonable. Pues en tres días<br />
le lleno <strong>la</strong> bolsa de vampiros y de sangre, ¡ah!, señor, ese tipo de<br />
obras cuesta caro, ¿sabe? Por supuesto, lo que sirve cuesta caro.<br />
Me alegro, señor, que lo sepa. Lo que cueste no es importante,<br />
puedo darle hasta propina. Caminé sin rumbo toda <strong>la</strong> mañana,<br />
tropezando con los transeúntes y pidiendo disculpas. Sobre <strong>la</strong> una<br />
encendí <strong>la</strong> computadora y vi de pronto <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> en b<strong>la</strong>nco,<br />
esperando por mis primeras pa<strong>la</strong>bras, por mi a<strong>la</strong>rgado debut<br />
como escritor de ficciones. Mis manos se enredaron en el tec<strong>la</strong>do<br />
antes de que pudiera escribir <strong>la</strong> primera frase: “Soy un vampiro”.<br />
Escribí sin parar durante seis horas y, desde el amanecer siguiente,<br />
continué inventando fábu<strong>la</strong>s grotescas sobre los grupos sanguíneos,<br />
sobre <strong>la</strong> estrecha re<strong>la</strong>ción entre el color de los ojos y el sabor<br />
de <strong>la</strong> sangre, conté vidas y sobrevidas de vampiros que jamás<br />
existieron, fui amontonando historias que un crítico literario<br />
haría trizas, pero que Rebeca leería con asombro. Tomé un descanso<br />
al sentir un mareo. Estaba hambriento. Compré pollo y<br />
frijoles y comí con apetito. Sentí que tomaba por los cuernos mi<br />
re<strong>la</strong>ción con Rebeca. ¡Ah, Rebeca, cuántos p<strong>la</strong>ceres te dará este<br />
vampiro! Entre un hombre y una lesbiana, una lesbiana; entre una<br />
lesbiana y un vampiro, ya lo veremos, Rebeca. Nada puede ser<br />
más exótico, deseable y repulsivo que un vampiro. Nada esc<strong>la</strong>viza<br />
más que <strong>la</strong>s perversiones. <strong>El</strong> día seña<strong>la</strong>do busqué <strong>la</strong> encomienda.<br />
<strong>El</strong> moreno me entregó <strong>El</strong> paciente inglés, <strong>la</strong> Entrevista… de Anne<br />
Rice, <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> Vampiresas, descarga light de una escritora puertorriqueña,<br />
y el cuento La dama pálida, de Alejandro Dumas, con<br />
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