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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

su necesidad. Sin levantarse de <strong>la</strong> butaca les dijo, rascándose <strong>la</strong><br />

cabeza—: Hace meses que no se ven ba<strong>la</strong>s de calibres raros americanos.<br />

De ba<strong>la</strong>s rusas y normales, todo lo que quieran; pero no<br />

hay ese calibre especial de los Malos. Eso, si no quieres ir tirando<br />

con cuarenta y cinco <strong>la</strong>rgo, que sirve en tu hierro.<br />

—Quiero <strong>la</strong> de verdad y pago lo que sea, Cansao —dijo<br />

Marquito—. Yo sé que tú lo sacas de abajo de los muertos.<br />

—Te podría hacer una mierda y venderte ba<strong>la</strong>s rusas refundidas<br />

para esa munición en el patio de mi casa —dijo <strong>El</strong> Cansao—.<br />

Pero yo soy tu hermano. A ver, déjame ver <strong>la</strong> pieza, si <strong>la</strong> tienes<br />

arriba.<br />

Marquito se sacó el revólver Taurus de <strong>la</strong> espalda y se lo<br />

extendió al Cansao. Éste lo tomó con parsimonia. —Cuatro cincuenta<br />

y cuatro; tremendo hierro —olisqueó el cañón y al instante<br />

apartó el arma de sí—. Compadre, si vas a andar sin calzoncillos<br />

asegúrate de que el cañón del arma no te caiga entre <strong>la</strong>s nalgas.<br />

Coge, anda. Ustedes los jóvenes tienen cada moda...<br />

—¿Tienes o no, Cansao? —preguntó impaciente <strong>El</strong> Coco—.<br />

Dilo rápido, que nos vamos a ver a Jorge el de Be<strong>la</strong>scoaín, que se<br />

nos hace camino además.<br />

<strong>El</strong> Cansao se repantigó aún más en su butaca y abrió <strong>la</strong>s<br />

manos. —Dale, ve con él. Te va a vender fusibles de electricidad<br />

con baño de níquel de pesetas, metidos en cartuchos rellenos de<br />

cabecitas de fósforos.<br />

—Eso mismo —dijo Cintras—. Vamos, Marquito. Ya me tienes<br />

mal con <strong>la</strong>s balitas especiales para tu revolvito especial.<br />

Marquito se desasió de <strong>la</strong> mano de Cintras. —Mi revolvito<br />

especial, como tú lo l<strong>la</strong>mas, me ha salvado <strong>la</strong> vida más de una vez,<br />

y a ti también.<br />

—Te creo —intervino <strong>El</strong> Cansao—. ¿Qué precisión y alcance<br />

tiene, Marquito?<br />

<strong>El</strong> joven se dio <strong>la</strong> vuelta hacia el vendedor. —A una cuadra he<br />

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