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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

llevo bien con el dueño de <strong>la</strong> cadena que lo maneja. En mi opinión,<br />

debemos tomar el ascensor ejecutivo antes de que tomen el<br />

parqueo interior, para poder llegar bien tranquilos al bunker del<br />

pánico.<br />

—¿Cuál pánico? –preguntó Sergio.<br />

—Muy gracioso —gruñó Fernando—. Vámonos ya, coño —y<br />

se levantó de <strong>la</strong> mesa camino al pasillo; los demás lo siguieron,<br />

Sergio de último.<br />

En el corredor Pedro tomó <strong>la</strong> de<strong>la</strong>ntera. —Yo los guío; vamos<br />

a tomar el elevador ejecutivo —anunció—. No tengan miedo,<br />

desde que se dio <strong>la</strong> a<strong>la</strong>rma de ataque y mientras no se dec<strong>la</strong>re<br />

incendio o derrumbe, ningún elevador llega al primer piso o al<br />

garaje, excepto el de <strong>la</strong> guarnición. Sólo yo puedo cambiar eso,<br />

desde el bunker del pánico. No llegarán a nos<strong>otros</strong> tan fácilmente,<br />

—¿Y <strong>la</strong>s escaleras? —preguntó Fernando.<br />

—Co<strong>la</strong>psaron automáticamente algunos tramos y bajaron <strong>la</strong>s<br />

rejas.<br />

—Esto es una fortaleza, señores —dijo apaciguador Sergio—.<br />

Ni les puedo empezar a decir todas <strong>la</strong>s medidas de seguridad que<br />

tiene.<br />

—Sí, pero esa gente se tiró a pesar de eso —dijo Julio—.<br />

Seguro vienen preparados para romper esto como un coco seco.<br />

Sergio dio un bufido de impaciencia y le dio un codazo a<br />

Samuel, que caminaba a su <strong>la</strong>do; el negro le respondió con un<br />

ademán molesto, sin virar el rostro serio y tenso.<br />

—Ah, señores —dijo Sergio—. A ustedes les faltan aventuras<br />

en La Habana.<br />

—Tú eres mi hermano, pero si vas a hab<strong>la</strong>r tanta mierda en el<br />

bunker —dijo Pedro—, te juro que te dejo fuera, ¿me oíste?<br />

¿Sergio?<br />

Sergio estaba parado varios pasos más atrás en el pasillo y se<br />

llevaba <strong>la</strong> mano al bolsillo interior del chaleco, hurgando nervio-<br />

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