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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

distancia le impediría escuchar.<br />

—...comprenda, solo hago mi trabajo, Padre, un oficio más,<br />

como carpintero o abogado. Usted sabe entender porque cumple<br />

su misión como nadie, lo he comprobado: dos confesiones de<br />

trabajos de muerte y se va a casa a guardarse el secreto. Es muy<br />

duro mi empleo en un país como este, quedan muy pocos curas<br />

dignos, ¿sabía que <strong>la</strong> mayoría son confidentes de <strong>la</strong> policía? Dios<br />

los juzgará, y a mí, a lo mejor, llegue a perdonarme, y usted no<br />

deberá hacer menos. Sepa que no hay rencor en mi corazón y ya<br />

estoy arrepentido. ¿Me absuelve?<br />

Terminado el “en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu<br />

Santo. Amén”, dos ba<strong>la</strong>s atravesaron el cráneo frontal del clérigo<br />

y se alojaron en su cerebro.<br />

Buscó rápido el fondo, los bancos finales. Notó <strong>la</strong> ausencia del<br />

hombre. Apenas puso un pie fuera del confesionario, descubrió <strong>la</strong><br />

punta del cañón apuntándole entre dos brazos firmes, provenientes<br />

del hombre en harapos. Miró al Cristo. Recuperaba cierta paz,<br />

cesaba el sudor, <strong>la</strong> leve culpa. La voz imperativa le ordenó tirar el<br />

arma. Intentó levantar<strong>la</strong>, pero los disparos no llegaron a cruzarse,<br />

el otro se ade<strong>la</strong>ntó. Mientras caía, se sorprendió pensando en<br />

Mi<strong>la</strong>gros Vocecita. Más allá del cielo.<br />

Los curiosos invadieron <strong>la</strong> iglesia. <strong>El</strong> policía vestido de ma<strong>la</strong>vida<br />

habló como si se disculpara:<br />

—Nunca creímos que el cura fuera el próximo. No le dio tiempo<br />

a salir del confesionario, a hacer <strong>la</strong> señal acordada.<br />

Llegaron más policías a despejar <strong>la</strong> muchedumbre. Una ambu<strong>la</strong>ncia<br />

se llevó los cuerpos. De una de <strong>la</strong>s manos cayó el papel de<br />

confituras. Nadie lo advirtió excepto un niño. Lo agarró sigiloso<br />

y lo guardó en su bolsillo. Reía.<br />

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