06.12.2012 Views

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

NARRATIVA<br />

hay algo peor que el combate tal vez lo sea <strong>la</strong> aparente quietud en<br />

un terreno desconocido, donde hay quienes desean no verte jamás<br />

y están dispuestos a vestir una muda de ropas cortada o no a <strong>la</strong><br />

medida, pero que sí incluye un par de accesorios: un detonador y<br />

explosivos —<strong>la</strong> combinación ideal para invitarte a un último<br />

baile.<br />

Miro a los <strong>la</strong>dos mientras Jack sonríe. Hay tres todoterrenos<br />

abandonados. A través de <strong>la</strong> ventanil<strong>la</strong> examino <strong>la</strong>s fachadas y lo<br />

que puedo ver de algunas azoteas. <strong>El</strong> viento de Al-Jumhuriya al-<br />

‘Iraqiya penetra en mi nariz. Arena. Sudor. Carne podrida.<br />

Ozono. Cuento ocho soldados caídos. Para el chofer son nueve.<br />

Varios cuerpos están destrozados. Quizá le dispararon con un<br />

RPG-7 desde alguna azotea o una bocacalle. Algunos cuerpos se<br />

pudren dentro de los hierros torcidos de los tres todoterreno destruidos.<br />

Otros se hinchan al sol, sobre <strong>la</strong> calle. De los soldados<br />

muertos, dos aún agarran sus M16A2; aprietan los fusiles contra<br />

el pecho. Como si tras <strong>la</strong> muerte esperaran un nuevo combate,<br />

otra emboscada antes de ganar el cielo o lo que sea esperaban<br />

ganar.<br />

Jack está parado en medio de <strong>la</strong> calle y mira a <strong>la</strong>s azoteas, al<br />

cielo. Abre los brazos y sonríe. Respira profundo. Y traga una<br />

gran bocanada. Lleva el saco colgado al hombro. Me pide respirar<br />

profundo, basta con un gesto suyo para entenderlo. Conozco<br />

ese olor, el viento lo deja impregnado en <strong>la</strong> piel. Cierro los ojos y<br />

pienso entonces en Al-Jumhuriya al-‘Iraqiya. “Al-Jumhuriya al-<br />

‘Iraqiya’ —digo—. “Sam” —digo—. Y como si fuera un fogonazo<br />

a mi memoria llega <strong>la</strong> imagen de una mezquita al mediodía, el<br />

lejano estallido de una bomba, y ese a<strong>la</strong>rido en el que se escucha:<br />

“Al<strong>la</strong>hu akbar…” ¿Dios es grande? ¿Pero quién soy para negarlo?<br />

¿O quién soy, sino un homúnculo, para negar que estamos hechos<br />

a su imagen y semejanza, que Él antepuso su muerte para darnos<br />

<strong>la</strong> vida a nos<strong>otros</strong>?<br />

74

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!