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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

constantemente <strong>la</strong>s aspiraciones de crecimiento individual, a <strong>la</strong><br />

cual arrancó de su tronco familiar y encima le cercena <strong>la</strong> ilusión<br />

de parir <strong>la</strong>s ramas de posibles descendencias. A <strong>la</strong> que ha dejado<br />

convertida en muñeca hermosa para ostentar en citas mundanas…<br />

Como <strong>la</strong> palmera africana, exacto, regada con celo y bel<strong>la</strong>mente<br />

recortada para que no desborde <strong>la</strong> maceta, por una esposa<br />

que no se ha dado cuenta de que su obsesión con el árbol miniaturizado<br />

es <strong>la</strong> venganza desp<strong>la</strong>zada de su objeto verdadero, una<br />

desviación inconsciente de sus frustraciones y de su rabia íntima…<br />

<strong>El</strong> episodio sexual en el clímax de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, cuando luego<br />

de sodomizaciones forzadas y otras vejaciones nocturnas, <strong>la</strong><br />

mujer bonsái es aporreada por el marido hasta obligar<strong>la</strong> a encamarse<br />

con él y un desconocido, representa <strong>la</strong> vejación extrema, el<br />

evento que hará inf<strong>la</strong>mar <strong>la</strong>s venas hasta el punto de ebullición.<br />

Y aunque yo preferí narrar el desen<strong>la</strong>ce desde una perspectiva<br />

onírica, de todos modos se admite <strong>la</strong> interpretación de que al<br />

verse el<strong>la</strong> ensangrentada, con <strong>la</strong>s tijeras de jardinería en mano, es<br />

porque se haya producido el pasaje al acto, <strong>la</strong> reconstrucción en<br />

<strong>la</strong> realidad de <strong>la</strong> escena de muti<strong>la</strong>ción que entreveía en sus pesadil<strong>la</strong>s…<br />

Pega mandobles al aire, inundado de excitación, con el<br />

rostro contraído como vil<strong>la</strong>no de pelícu<strong>la</strong>. “Hermosa”, repite,<br />

completamente rendido a <strong>la</strong> seducción de <strong>la</strong> espada. Sospecha que<br />

ambos, el alfanje y él, recuerdan su primitiva naturaleza y gozan<br />

el acople perfecto, con los surcos del mango acana<strong>la</strong>do amoldándose<br />

a <strong>la</strong> carne de <strong>la</strong> mano. Al examinar el agarre es que se percata<br />

de <strong>la</strong> cabeza de negro, esculpida en el pomo de prieto bronce.<br />

<strong>El</strong> enigma sobre el pasado incognoscible de <strong>la</strong> espada revierte <strong>la</strong><br />

batal<strong>la</strong> desde los mandos activos de su cuerpo hacia el campo frío<br />

del pensamiento. “¿Fuiste prenda de un berebere con oficio de<br />

negrero? ¿O te hizo forjar el esc<strong>la</strong>vo que reviró <strong>la</strong> suerte y pretendió<br />

inmortalizar su ejemplo de espíritu irredento?”... Disculpa<br />

que me haya desviado; mi intención no era <strong>la</strong> recitación de <strong>la</strong><br />

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