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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

“¿Cun… qué?” se le había encarado Soligial: “Cun-jodedor; cunatravesao;<br />

cun-decrépito; cun-culeco; cagalitroso… ¡eso es cunculil<strong>la</strong>nte!<br />

¡No puedo ni con él, ni contigo, ni con este pueblo!”.<br />

Imagina también diálogos con el tipo, a sabiendas de que no<br />

supo manejar <strong>la</strong> situación. <strong>El</strong> hombre <strong>la</strong> intimidó con sus insolencias.<br />

Debía haberle dicho: “¿Y si usted tuviera un papá…?”, pero<br />

él no iba a dejar<strong>la</strong> terminar: “Señora, esto siempre se hace con el<br />

viejo de otro”, y lo peor es que tendría razón. La había escogido<br />

a el<strong>la</strong> porque el Bisa, con re<strong>la</strong>ción a Soligial, era “el viejo de<br />

otro”. ”Verdad que no es familia mía ni casuncarajo…”, pero le<br />

diría que no, siempre que no, hasta le auguraría un final semejante,<br />

en el cual aquel<strong>la</strong> prepotencia de joven saludable se convertiría<br />

en impotencia con <strong>la</strong> llegada de <strong>la</strong> vejez y quizás alguien se creyera<br />

con derecho a disponer de su vida. “De un viejo de mierda<br />

nadie se acuerda”, le contestaría el tipo. Por miedo a <strong>la</strong> muerte<br />

arrastra el<strong>la</strong> ese calvario no recuerda desde cuándo y está hoy en<br />

esta encrucijada. Si el corredor (porque no era otra cosa que un<br />

intermediario corredor de viejos) le hubiera propuesto solo el<br />

dinero… pero estaba el cocodrilo. De nuevo, NO. Aún le queda<br />

confiar en <strong>la</strong> prosperidad que le pueden acarrear los cuidados a<br />

su ma<strong>la</strong>nguita y al cerdo. Dentro de pocos meses verá el resultado.<br />

Pero, crueldad aparte, aquello también era un soplo de <strong>la</strong><br />

suerte, qué un soplo, ¡una ráfaga!, que Dios <strong>la</strong> perdone, cuántas<br />

cosas puede hacer con mil dó<strong>la</strong>res. Y vuelve a darle vueltas a <strong>la</strong><br />

advertencia del corredor: de no aceptar el<strong>la</strong>, si el viejo se escapa,<br />

adiós Bisa y adiós dinero.<br />

Es en este punto donde toma <strong>la</strong> determinación. No va a permitir<br />

que <strong>la</strong>s fotos del viejo se desgajen amarillentas, como otras<br />

que ha visto en los postes del tendido eléctrico o en <strong>la</strong>s paredes de<br />

<strong>la</strong> tienda.<br />

Por eso aprovecha el horario de siesta para hacer una gestión<br />

en el barrio y ya a <strong>la</strong>s cuatro está de vuelta.<br />

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