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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

Gordillo acudían a <strong>la</strong> esquina cuando yo visitaba el barrio, a<br />

compartir conmigo el aguardiente. Increíble era <strong>la</strong> manera en que<br />

habían encarnado mis personajes, baste decirles que <strong>El</strong> Gordillo,<br />

que antes se l<strong>la</strong>maba Robin Díaz Hurtado, engordó más de quince<br />

libras para asumir su personaje y esto le costó que su novia lo<br />

dejara. Sin embargo, él sentía que el sacrificio estaba recompensado;<br />

era famoso, su nuevo nombre aparecía en un libro. Y esto<br />

so<strong>la</strong>mente fue el inicio. Como mi objetivo fundamental era escribir<br />

una segunda nove<strong>la</strong> tuve <strong>la</strong> infausta decisión de discutir el<br />

desarrollo de <strong>la</strong> trama con mis nuevos amigos en <strong>la</strong> esquina. <strong>El</strong><br />

asunto de <strong>la</strong> nueva nove<strong>la</strong> era una serie de crímenes que ocurrirían<br />

después de un robo de gafas en un almacén de una corporación.<br />

La policía debía ubicar <strong>la</strong> mercancía en el barrio a través de<br />

un informante y ahí comenzaba <strong>la</strong> pesquisa. Lo que nunca imaginé<br />

fue que al día siguiente de haberle expuesto <strong>la</strong> idea a mis amigos<br />

ocurriera un robo simi<strong>la</strong>r en los almacenes de <strong>la</strong> TRD de <strong>la</strong><br />

ciudad. Coincidencia, pensé. Otra tarde tuve una penosa discusión<br />

con <strong>El</strong> Gordillo. <strong>El</strong> muchacho no aceptaba <strong>la</strong> condición de<br />

informante que yo le quería imponer en mi proyecto de nove<strong>la</strong> y<br />

armó un tremendo escándalo en <strong>la</strong> esquina, hasta quería fajarse<br />

conmigo porque eso de chivato no le servía a él. Dignoser, o sea<br />

Gravil<strong>la</strong>, intervino a mi favor y entre <strong>El</strong> Puchy y él le dieron una<br />

mano de patadas al Gordillo por chivato y por traste y le prohibieron<br />

que volviera por <strong>la</strong> esquina. Aquel<strong>la</strong> noche el complejo de<br />

culpa no me dejó dormir.<br />

La tarde siguiente llegué bien temprano a <strong>la</strong> esquina. Todavía<br />

no estaba ninguno de los muchachos, pero me esperaba Leonardo,<br />

el Jefe del Sector de <strong>la</strong> Policía en el barrio. Era un joven de treinta<br />

y tantos años, igual que el personaje de mi nove<strong>la</strong>, de hab<strong>la</strong>r<br />

pausado y buenos modales como mi héroe. Su verdadero nombre<br />

era Raúl, pero ustedes ya saben.<br />

—Vamos a hab<strong>la</strong>r de hombre a hombre, escritor —me dijo.<br />

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