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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

<strong>El</strong> señor Jiang estaba sentado en silencio tras el buró de su<br />

oficina.<br />

Un <strong>la</strong>rgo silencio.<br />

Cheng, que estaba en una sil<strong>la</strong> del <strong>la</strong>do sumiso del escritorio,<br />

sabía que no le tocaba a él romper el hielo. <strong>El</strong> señor Jiang era en<br />

extremo rígido en cuanto a <strong>la</strong>s normas de comportamiento entre<br />

subordinados y superiores.<br />

<strong>El</strong> Director General Jiang tenía el aspecto de inclemente severidad<br />

que se veía en los mandarines imperiales de <strong>la</strong>s pinturas<br />

antiguas. Incluso bajo el traje occidental, se traslucía <strong>la</strong> misma<br />

vocación inflexible de servicio a los superiores por encima de<br />

cualquier debilidad o sentimentalismo. Y Cheng conocía a su jefe<br />

el tiempo suficiente como para saber que su continente era apenas<br />

un atisbo de cuán despiadado e inhumano podía ser, especialmente<br />

temprano en <strong>la</strong> mañana.<br />

Al cabo, el señor Jiang dijo: —Usted debe asumir <strong>la</strong> responsabilidad.<br />

Cheng sintió cómo <strong>la</strong> sangre se le iba a los pies. —No entiendo,<br />

señor Jiang —dijo secamente.<br />

—¿Qué no entiende? —dijo el jefe de Cheng—. Su ausencia<br />

durante el incidente con los delegados de <strong>la</strong> industria informática<br />

local nos ha dejado en muy ma<strong>la</strong> posición.<br />

—Fui demorado por imprevistos.<br />

<strong>El</strong> señor Jiang resopló. —No, Cheng, usted no fue demorado<br />

por imprevistos —afirmó—. Usted demoró primero y canceló<br />

después su salida para <strong>la</strong> reunión, con plena voluntad. Hemos<br />

hab<strong>la</strong>do con su servicio doméstico.<br />

Cheng arrugó <strong>la</strong> frente. —¿Qué dijeron? No sé qué puede ser,<br />

qué mentira...<br />

—No persista, Cheng. No nos va a convencer.<br />

<strong>El</strong> subordinado bajó <strong>la</strong> cabeza. —Está bien —aceptó—. ¿Qué<br />

debo hacer, señor Director?<br />

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