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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

Raskólnikov quedó impresionado, <strong>la</strong> cámara pudo captar con<br />

precisión sus gestos y el repentino cambio de semb<strong>la</strong>nte. Su expresión<br />

de asombro se trocó por miedo y confusión. ¿Cómo es posible?,<br />

pensó, ¿dentro de una semana seré un criminal?<br />

<strong>El</strong> inspector encendió con orgullo el aparato y disfrutó cada<br />

segundo el gesto estupefacto del joven. Se puso de pie y dando<br />

paseítos de una pared de cristal a <strong>la</strong> otra, dijo:<br />

—<strong>El</strong> próximo lunes con <strong>la</strong> caída de <strong>la</strong> tarde comenzará a llover.<br />

Por <strong>la</strong> avenida del río Neva, una muchacha completamente<br />

ebria será seguida de cerca por un hombre que intentará aprovecharse<br />

de <strong>la</strong> situación, pero usted aparecerá en una de <strong>la</strong>s esquinas,<br />

descubrirá lo que sucede, armará un escándalo, el hombre<br />

correrá asustado y usted, haciendo ga<strong>la</strong> de gentileza y buenos<br />

sentimientos, le entregará los únicos tres kopeks de su bolsillo a<br />

<strong>la</strong> muchacha, para que tome un coche hasta su casa —Raskólnikov<br />

respiró aliviado y <strong>la</strong> cámara captó una media sonrisa—, luego<br />

caminará en dirección contraria hasta llegar al apartamento de <strong>la</strong><br />

usurera Aliona Ivánova, a quien le había entregado el día anterior<br />

el reloj p<strong>la</strong>teado de su padre. Entrará al recibidor y <strong>la</strong> matará con<br />

un hacha; y no solo a el<strong>la</strong>, sino además a <strong>la</strong> sobrina Lizabeta, que<br />

tendrá <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> suerte de llegar a casa en ese justo instante.<br />

—¿Con un hacha?—preguntó Raskólnikov.<br />

—Sí, con un hacha.<br />

—Pero es que yo no tengo hacha.<br />

—Veamos —dijo Petróvich y presionó algunos botones—. <strong>El</strong><br />

aparato no lo seña<strong>la</strong>. Sería pedir demasiado. A fin de cuentas eso<br />

es lo de menos, en todas <strong>la</strong>s tiendas de herramientas de San<br />

Petersburgo <strong>la</strong>s venden, además es probable que en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta baja<br />

de su edifico, cerca de <strong>la</strong> cocina, encuentre una pequeña.<br />

Se acercó al intercomunicador, pidió que le alcanzaran un<br />

modelo oficial y un <strong>la</strong>picero, le puso pausa al aparato y dijo:<br />

—Tomemos dec<strong>la</strong>ración.<br />

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