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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

Martincito se puso a increparlo y a gritarle cosas sin que el tipo<br />

se diera por enterado. Como si con él no fuera. Bueno, a cualquiera<br />

se <strong>la</strong> va <strong>la</strong> rosca en una situación como esa. Sin embargo,<br />

Martincito actuó con previsión y ahí es donde entro yo a formar<br />

parte de <strong>la</strong> historia. Sin soltar el bate y sin que el individuo se<br />

moviera de su asiento, Martincito tomó el teléfono y me l<strong>la</strong>mó<br />

enseguida.<br />

¿Un extraño durmiendo <strong>la</strong> siesta en tu terraza? No jodas,<br />

Martincito, ¿qué tengo que ver? Dile simplemente que se marche.<br />

¿No hace caso? No jodas, Martincito, ¿cómo no va a marcharse?<br />

¿Está borracho el tipo? ¿Es una especie de loco, de retrasado<br />

mental? L<strong>la</strong>ma a <strong>la</strong> policía. ¿Pegarle con el bate? No, espera,<br />

espera, Martincito, no te atolondres. No con el bate, no jodas. A<br />

puño limpio. Vas a buscarte un rollo, deja el bate. Ya salgo,<br />

Martincito, ya salgo.<br />

Me vestí y salí para casa de Martincito: son como dos cuadras.<br />

En el barrio todas <strong>la</strong>s casas están más o menos a <strong>la</strong> misma distancia<br />

unas de otras. En una cuadra puede haber cuatro o cinco de<br />

el<strong>la</strong>s. Todas tienen su patio cercado y desde allí se puede ver el<br />

patio de los vecinos, y los vecinos ven el de los <strong>otros</strong> vecinos y así.<br />

Es una buena estructura. Una magnífica zona para mudarse.<br />

Siempre hay tranquilidad. Los atardeceres son divinos, qué silencio.<br />

Yo viví quince años en Centrohabana y no hay quien soporte<br />

aquello. Pareciera que nadie trabaja. Antes de <strong>la</strong>s nueve o <strong>la</strong>s diez<br />

de <strong>la</strong> mañana no se siente un alma, pero después de esa hora <strong>la</strong><br />

calle es un infierno. Empiezan a despertarse los vagos, a recuperarse<br />

de <strong>la</strong> borrachera de <strong>la</strong> noche anterior. Al mediodía los ves en<br />

los pa<strong>la</strong>dares, luchando su almuerzo. Quién sabe de dónde sacan<br />

el dinero, el caso es que no les falta. Por <strong>la</strong> tarde se dedican a sus<br />

negocios y luego vuelven a coger <strong>la</strong> borrachera. Un círculo vicioso.<br />

A <strong>la</strong>s dos o <strong>la</strong>s tres de <strong>la</strong> madrugada se restablece <strong>la</strong> calma. No<br />

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