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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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NARRATIVA<br />

una foto en portada de una mujer exangüe, con un siniestro atractivo,<br />

muy parecida a <strong>la</strong> actriz Mary Astor. Pagué con entusiasmo<br />

aquel<strong>la</strong> carga de chupasangres y fui a poner<strong>la</strong> junto a mis re<strong>la</strong>tos.<br />

Estarían a disposición de Rebeca en nuestro próximo encuentro.<br />

Comencé a preparar una actuación conmovedora: Rebeca, tú eres<br />

me<strong>la</strong>ncólica porque tu grupo sanguíneo…. Entonces abriría para<br />

el<strong>la</strong> <strong>la</strong> página inolvidable de <strong>El</strong> paciente inglés, en <strong>la</strong> que el conde<br />

Almasy descarga sus instintos (bellísimos instintos) de animal<br />

enamorado en <strong>la</strong> vagina de su amante muerta: ¿Qué tiene de<br />

terrible lo que hice? En cierta ocasión el<strong>la</strong> me chupó <strong>la</strong> sangre de<br />

un corte en <strong>la</strong> mano, como yo había probado y tragado su sangre<br />

menstrual. Imaginé <strong>la</strong> cara de Rebeca mientras escuchaba <strong>la</strong><br />

angustia de Almasy. Imaginé <strong>la</strong> cara sórdida de Alicia mientras<br />

escuchaba contar a Rebeca <strong>la</strong> angustia alucinante de Almasy a<br />

través de mi angustia.<br />

Ensayé el performance y esperé por el<strong>la</strong>. Pero no regresó. Un<br />

desánimo cósmico comenzó a invadirme. Crucé varias veces frente<br />

a su casa, pero <strong>la</strong> puerta nunca estuvo abierta. Sentí que ya no<br />

iba a volver. Sentí que se desmoronaba mi papel idiota de vampiro.<br />

Volví a ocultarme en mi soledad como un vampiro se oculta<br />

de <strong>la</strong> luz. Una tarde me tiré vestido en <strong>la</strong> cama, dormí mal durante<br />

una hora, y después fui a <strong>la</strong> cocina para freírme unos huevos,<br />

meterlos dentro de un pan, untarle catsup y mostaza, y acompañarlos<br />

con un té de limón. Cuando me disponía a comer, sonó con<br />

insistencia el teléfono. Desde el otro <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> línea llegó <strong>la</strong> voz<br />

de C<strong>la</strong>ra. Preguntó por mi salud y mi estado de ánimo. Le respondí<br />

cualquier cosa. Me dijo que había enviado fotos suyas a<br />

Hamburgo, que Marcelita <strong>la</strong> encontró muy bien, más joven y<br />

bel<strong>la</strong> que de costumbre. <strong>El</strong> tono almibarado de C<strong>la</strong>ra pretendía<br />

irritarme. Tal vez estaba teniendo sexo del bueno, o no tenía sexo<br />

de ninguna c<strong>la</strong>se, dos pretextos distintos, pero igual de válidos,<br />

para <strong>la</strong>nzar ataques contra tu antigua pareja. Le respondí que yo<br />

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