El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada
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LITERATURA POLICIAL<br />
ojos a su madre. Está furioso con esa musaraña que procura alimentarlo<br />
y que agradece a <strong>la</strong> virgen <strong>la</strong> salvación de un inocente.<br />
No más enfermedad para Aquiles Rosales. Piedras. Piedras y gritos<br />
para <strong>la</strong> loca. Vergüenza. Él tira, tira y da en el b<strong>la</strong>nco. Y<br />
reparte <strong>la</strong> hazaña entre sus amigos, aunque después se obligue a<br />
escribir cien veces en una hoja: yo debo portarme bien.<br />
Él es inteligente, lo dice <strong>la</strong> maestra. Cuando <strong>la</strong>s piedras<br />
rebotan sobre el cuerpo de su madre y el<strong>la</strong> grita que ya llegan los<br />
verdugos con el hombre de <strong>la</strong>s esposas y <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>, él escupe en el<br />
piso y emprende el canto para que <strong>la</strong> loca no sienta dolor.<br />
Dolor. Cuando nadie lo ve llora por el<strong>la</strong>, y <strong>la</strong> saliva es una nata<br />
que le cubre los dientes.<br />
Camina, ya falta menos. Sabe que el hombre de <strong>la</strong>s esposas y<br />
<strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> exigirá un culpable, y no lo dejará en paz hasta oírle<br />
de<strong>la</strong>tar a todas sus musarañas. Pero él no puede hacerlo, qué<br />
pensará <strong>la</strong> niña Laura si él se vuelve un chivato, no querrá ser su<br />
novia ni lo besará en <strong>la</strong> boca. Un culpable.<br />
Golpes, piedras y verdugos.<br />
Musarañas de sus pensamientos.<br />
Ya viene el hombre de <strong>la</strong>s esposas y <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>. Un culpable,<br />
hace falta un culpable. ¿Y si el niño corre, si se esconde en una<br />
cueva hasta que no haya más verdugos en el mundo y nadie lo<br />
recuerde? La culpa es de <strong>la</strong> maestra, que escribió <strong>la</strong> nota y sus<br />
amigos conocieron <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> loca, y al hijo de <strong>la</strong> loca. Por<br />
el<strong>la</strong> olvidó a sus grillos, que murieron tostados sobre láminas de<br />
aluminio sin que nadie se acordara de zafarlos. Sí, <strong>la</strong> culpa es de<br />
<strong>la</strong> maestra. <strong>El</strong><strong>la</strong> se ha portado mal, no más baños ni huevos crudos<br />
en ayuna para él. La maestra merece una tonada.<br />
Aquiles Rosales, con <strong>la</strong>s manos limpias, corre para su cueva;<br />
pero ha visto a los verdugos y se detiene. Tristeza. Sudor. Los<br />
verdugos <strong>la</strong>nzan golpes al aire, lo amenazan. Comienza <strong>la</strong> tonada.<br />
¿Y <strong>la</strong> niña Laura? ¿Se casará con otro? No, él vendrá a buscar<strong>la</strong><br />
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