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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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LITERATURA POLICIAL<br />

y compró televisores para colocar en <strong>la</strong>s habitaciones que efectivamente<br />

ocupaba: <strong>la</strong> cocina, el comedor y el cuarto. Tres televisores<br />

GoldStar de diecinueve pulgadas con una antena ubicada a<br />

suficiente altura. Estuviera donde estuviera —en <strong>la</strong> cocina, en el<br />

comedor o en el cuarto— Martincito tenía garantizado su partido<br />

de béisbol. Es un gran fanático. Como que fue un jugador magnífico.<br />

Le daba duro a <strong>la</strong> bo<strong>la</strong>, Martincito. A cualquiera le bateaba<br />

un jonrón. Ahora disfruta el juego que transmitan por <strong>la</strong> tele, sin<br />

importar los contendientes, porque para él <strong>la</strong> liga cubana consta<br />

de dos equipos so<strong>la</strong>mente: los Industriales de La Habana y el que<br />

integran el resto de <strong>la</strong>s catorce provincias del país, a favor de <strong>la</strong>s<br />

cuales apuesta siempre en su lidia con los del bando azul.<br />

Ya dije que Martincito acababa de almorzar un exquisito filete<br />

cuando escuchó ruido en el patio. ¿No había dicho lo del filete?<br />

Lo que sucede es que Martincito no cocina. C<strong>la</strong>ro, puede darse<br />

ese lujo porque gana buen dinero con <strong>la</strong> soldadura, haciendo<br />

encargos particu<strong>la</strong>res. Unas veces fuera del horario de trabajo, en<br />

<strong>la</strong> parte trasera de su vivienda, donde tiene los aparatos. Otras<br />

veces se los lleva al taller y aprovecha <strong>la</strong> menor oportunidad para<br />

eludir sus deberes y enfocarse en lo suyo. Es así.<br />

Martincito compra víveres y surte el refrigerador de <strong>la</strong> vecina<br />

del fondo, una mu<strong>la</strong>ta cincuentona que perdió al marido en un<br />

accidente de trenes. La mu<strong>la</strong>ta cocina para ambos y Martincito<br />

recoge <strong>la</strong> cantina por <strong>la</strong> tarde, en cuanto llega de <strong>la</strong> fábrica. No<br />

siempre <strong>la</strong> recoge, porque en ocasiones se baña y come en casa de<br />

<strong>la</strong> vecina y luego espera también <strong>la</strong> noche para mirar <strong>la</strong> pelota.<br />

Como los dos están solos han hecho buenas migas, Martincito y<br />

<strong>la</strong> mu<strong>la</strong>ta. Una vez por quincena Martincito se queda a dormir.<br />

La mu<strong>la</strong>ta no se queja: el soldador es un hombre de sesenta años.<br />

Ya está viejo, pero tremendo pelotero fue Martincito. Integró<br />

más de una vez <strong>la</strong> preselección de <strong>la</strong> provincia. Jugó con Huelga,<br />

con Macías, con B<strong>la</strong>ndino y con José Pérez. Conoció a <strong>la</strong>s grandes<br />

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