El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada
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LITERATURA POLICIAL<br />
nove<strong>la</strong>, sino aludir a mi situación personal en el período que <strong>la</strong><br />
escribí… En aquel<strong>la</strong> época yo era gerente de Recursos Humanos<br />
en una empresa importante y <strong>la</strong> gente me creía afortunado. Falsa<br />
apariencia. En mis adentros gemía un fracasado, porque mi ilusión<br />
secreta era dedicarme a <strong>la</strong> literatura, y en cambio el tiempo<br />
pasaba, y mis esbozos de <strong>cuentos</strong> y nove<strong>la</strong>s dormían en los márgenes<br />
de <strong>la</strong> agenda que portaba en <strong>la</strong>s reuniones. Por eso, justo el<br />
día en que cumplí los treinta años y aún sabiendo cuánto ponía<br />
en riesgo, me dije: “Mi reino por una nove<strong>la</strong>”... “¡<strong>El</strong> acero del<br />
pirata!”, se ilumina. Cinco siglos ade<strong>la</strong>nte, a través de un hueco<br />
negro de <strong>la</strong> Historia, viajó aquel<strong>la</strong> pieza perentoria en el dibujo<br />
de su personaje. Sobre cubierta el capitán de piel oscura, con el<br />
puño asido al alfanje que reposa en <strong>la</strong> cintura, desconfiado<br />
todavía, aunque en <strong>la</strong> mar negrísima no resp<strong>la</strong>ndezca el fanal del<br />
enemigo. Acodado a <strong>la</strong> banda de estribor, el mestizo congratu<strong>la</strong> al<br />
cielo por su luna creciente, esa zanjita tímida al despachar<br />
c<strong>la</strong>ridad, arqueada y estrecha como <strong>la</strong> silueta de su sable, aliada<br />
súbita de Lucifer, el temible bergantín. Diego Grillo siente orgullo<br />
de su bajel de dos palos, el más lóbrego y siniestro, al que tiñó con<br />
alquitrán en toda <strong>la</strong> tab<strong>la</strong>zón y el trapo para que en noches como<br />
esta, un espectro invisible surcara los mares… Quise arrancar con<br />
mi proyecto más querido y antiguo: una nove<strong>la</strong> basada en Diego<br />
Grillo, un personaje real, el primer pirata cubano, quien fue<br />
mu<strong>la</strong>to, hijo de esc<strong>la</strong>va africana y soldado español. Pero ese<br />
empeño requería que me consagrara a <strong>la</strong> investigación histórica y<br />
necesitaba el apoyo, <strong>la</strong> comprensión, que no encontré en Palmira,<br />
mi primera esposa. Yo creía que mi decisión le traería alivio al<br />
eliminarse el motivo de sus quejas más frecuentes; sin embargo,<br />
mi mayor permanencia en el hogar no compensaba para el<strong>la</strong> el<br />
desca<strong>la</strong>bro que sufriría <strong>la</strong> economía familiar. Le rogué paciencia,<br />
pero Palmira enarboló a favor de su desacuerdo el tic tac biológico.<br />
Al cabo, tras cinco años de vida en común, el cada cual a lo<br />
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