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El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

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CIENCIA FICCIÓN<br />

del parqueo antes de caer muerto o herido, tomando a los atacantes<br />

por sorpresa.<br />

Para entender mejor <strong>la</strong> situación, Cheng hizo el intento por<br />

acercar <strong>la</strong> imagen, pero se le hizo borrosa e imprecisa. Las sofisticadas<br />

lentes de aceite graduables por micro electricidad, corregidas<br />

mediante láser y probadas en Indochina y en el Ártico, no<br />

funcionaban bien en <strong>la</strong> combinación local de presión, temperatura,<br />

humedad y composición del aire. Un asco de país, se dijo<br />

Cheng reenfocando <strong>la</strong> vista.<br />

Algo se podía ver, no obstante, gracias sobre todo a <strong>la</strong> iluminación<br />

de <strong>la</strong> p<strong>la</strong>zoleta. Cheng se centró en uno de los hombres, al<br />

cual vio saltar de <strong>la</strong> protección de una furgoneta a <strong>la</strong> de otra, y<br />

que cayó tirado en el suelo y haciendo grandes aspavientos.<br />

Seguramente lo habría herido alguna de <strong>la</strong>s ametral<strong>la</strong>doras autoapuntadas,<br />

así como a los demás que yacían en <strong>la</strong> exp<strong>la</strong>nada. Un<br />

par de semanas antes <strong>la</strong> firma de Cheng había vendido e insta<strong>la</strong>do<br />

tecnología de vigi<strong>la</strong>ncia y defensa por armas automáticas a <strong>la</strong><br />

empresa dueña del inmueble, y por supuesto, los asaltantes no<br />

habían tenido tiempo de enterarse, o tan siquiera <strong>la</strong> precaución de<br />

investigar. ¿Por qué todos en este país tenían que ser tan chapuceros<br />

y descuidados? ¿Por qué lo dejaban todo para el final, o<br />

incluso para el momento de <strong>la</strong> verdad, cuando ya nada podía<br />

hacerse? Todo al desgano, improvisado. En ese sentido eran aún<br />

peores que el resto de los occidentales, que ya era mucho decir. Si<br />

al menos tuvieran algún rasgo que los redimiera de <strong>la</strong> desidia, de<br />

<strong>la</strong> incuria rampante... pero en seis meses entre los naturales Cheng<br />

no había hal<strong>la</strong>do tal cosa.<br />

La situación en <strong>la</strong> exp<strong>la</strong>nada no se definía; los hombres permanecían<br />

tras los vehículos, blindados al parecer. Dos pobres<br />

ametral<strong>la</strong>doras automáticas los mantenían c<strong>la</strong>vados al suelo, sin<br />

posibilidad de avanzar o retroceder, como perros callejeros en<br />

espera del carro de sanidad urbana. Cheng pensó en todo cuanto<br />

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