El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada
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LITERATURA POLICIAL<br />
suyo era <strong>la</strong> única solución: el<strong>la</strong> a procrear su hijo, yo a parir mi<br />
nove<strong>la</strong>. <strong>El</strong> impacto de <strong>la</strong> soledad, agobiante en los primeros días,<br />
poco a poco se convirtió en bálsamo, y si bien no continué con <strong>la</strong><br />
historia de piratas, enseguida me surgió en <strong>la</strong> mente una trama<br />
nueva. Escribí en cinco meses La palmera doméstica, y el envío a<br />
<strong>la</strong> convocatoria del Premio Carpentier fue un atrevimiento que,<br />
inesperadamente, resultó. Al <strong>la</strong>nzamiento del libro asistí internamente<br />
dividido todavía entre el júbilo y <strong>la</strong> incredulidad. Estaba<br />
nervioso a <strong>la</strong> hora de <strong>la</strong>s firmas, garabateando cualquier nadería,<br />
hasta que llegó el turno del hada bienhechora, aquel<strong>la</strong> muchacha<br />
de blusa b<strong>la</strong>nca y ancha como gavia de fragata. Me dijo su nombre<br />
y encabecé <strong>la</strong> dedicatoria: “Hermosa Cleo”… Despunta el<br />
alba y el bucanero tuerce <strong>la</strong> derrota hacia Campeche, a toda ve<strong>la</strong><br />
y con el viento asistiéndole a barlovento, sabiendo que a su favor<br />
tercia <strong>la</strong> sorpresa y el que <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za extrañe a sus defensores más<br />
avezados; esos que ahora, desconcertados, andan rebuscando a<br />
Lucifer en <strong>la</strong> plena gigantez del Golfo. Un exultante Diego Grillo<br />
agita a <strong>la</strong> horda de curtidos saqueadores. Pero no es el oro y <strong>la</strong><br />
p<strong>la</strong>ta de Nueva España lo que agranda su ánimo, sino <strong>la</strong> hermosa<br />
Isabel, por fin al alcance de su sed, separada de su amuleto, el<br />
capitán Monasterio. “¿Puedo pasar?”, y pasa sin esperar <strong>la</strong><br />
anuencia. “En <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> está Santiago, tu amigo español. Dice que<br />
pasó a saludarte. ¿Le digo que ya vas a bajar?”, indaga <strong>la</strong> consorte<br />
y el pirata enamorado habrá de ap<strong>la</strong>zar su entrada a puerto…<br />
Me expuso que el<strong>la</strong> también escribía, aunque su piel de nieve y los<br />
ojos verde mar ya eran señuelos suficientes. Es innegable que<br />
había en Cleo verdadero potencial y no por l’amour fou a<strong>la</strong>bé yo<br />
sus <strong>cuentos</strong>; pero lo que consumó en propiedad mi encantamiento,<br />
lo que me hizo repugnar súbitamente <strong>la</strong> soledad en que no<br />
había encontrado ma<strong>la</strong> compañía, fue su simpatía con el cauce<br />
supremo de mi vida y el arresto con que p<strong>la</strong>nteó el designio de<br />
sujetar sus ímpetus de escritora para ofrecerse a sustentar los<br />
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