06.12.2012 Views

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

El martillo y la hoz y otros cuentos - Isliada

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

CIENCIA FICCIÓN<br />

Raskólnikov intentó protestar, decir algo, pero <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras no<br />

le salían, estaba pálido, le faltaba el aire y mientras el inspector le<br />

sostenía con dureza <strong>la</strong> mirada, solo pudo balbucear y repetir en<br />

una letanía constante:<br />

—Yo no soy un criminal, yo no soy un criminal, yo no soy un<br />

criminal…<br />

Media hora después, completamente exhausto, aceptó su condición<br />

y se dec<strong>la</strong>ró culpable.<br />

Petróvich tomó <strong>la</strong> primera hoja del formu<strong>la</strong>rio y dijo:<br />

—Veamos, Rodión Románovich Raskólnikov. ¿Cuál es su<br />

edad?<br />

—23 años<br />

—Móvil de los crímenes.<br />

Raskólnikov se quedó un rato en silencio. No sabía con precisión<br />

por qué habría de matar a <strong>la</strong>s dos mujeres con el hacha.<br />

—Espera un segundo —dijo Petróvich— revisemos <strong>la</strong> memoria.<br />

Deslizó su pulgar por <strong>la</strong> superficie táctil. —Era de suponer,<br />

cuando <strong>la</strong>s mujeres caen al suelo revisas todas <strong>la</strong>s gavetas buscando<br />

el reloj de tu padre y de paso, te echas <strong>la</strong>s joyas en los bolsillos.<br />

Apuntó <strong>la</strong> información y cuando se disponía a realizar <strong>la</strong> pregunta<br />

siguiente, <strong>la</strong> imagen en <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> del aparato comenzó a<br />

parpadear.<br />

—¿Y a esto qué le pasa? —dijo— quizás sea <strong>la</strong> cobertura,<br />

enseguida regreso. Abrió <strong>la</strong> puerta y fue corriendo al Departamento<br />

de Análisis.<br />

Raskólnikov quedó solo en <strong>la</strong> habitación, recostó su frente<br />

sobre <strong>la</strong> mesa y no dejó ni un instante de pensar: un criminal, me<br />

he convertido en un criminal.<br />

Al rato entró Petróvich a <strong>la</strong> habitación, tomó a Raskólnikov<br />

por el cuello de <strong>la</strong> camisa y comenzó a gritar:<br />

—¡Todos los estudiantes son iguales, tanto caldo de coles y té<br />

amargo solo produce debilidad! ¿Acaso no puedes golpear más<br />

181

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!