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Psicologia recreativa - Konstantin Platonov-

Este libro no es un manual de psicología ni siquiera una exposición popular de verdades muy conocidas hace tiempo. Su autor, notable psicólogo, ha reunido en él numerosas cuestiones que interesan a la juventud, y en relatos cortos, entretenidos y accesibles, ha dado respuestas a ellas desde la posición de los conocimientos modernos. En efecto, ¿a quién no le interesa hoy cómo debe ser el hombre de la futura sociedad comunista; cómo desarrollar la voluntad, la memoria, ser atento; qué es la conciencia, el deber y el amor desde el ángulo de la ciencia psicológica; puede el pensamiento transmitirse a distancia; qué es el sueño; tienen conciencia el perro y la hormiga, y otras muchas cosas?

Este libro no es un manual de psicología ni siquiera una exposición popular de
verdades muy conocidas hace tiempo.
Su autor, notable psicólogo, ha reunido en él numerosas cuestiones que interesan a
la juventud, y en relatos cortos, entretenidos y accesibles, ha dado respuestas a
ellas desde la posición de los conocimientos modernos.
En efecto, ¿a quién no le interesa hoy cómo debe ser el hombre de la futura
sociedad comunista; cómo desarrollar la voluntad, la memoria, ser atento; qué es la
conciencia, el deber y el amor desde el ángulo de la ciencia psicológica; puede el
pensamiento transmitirse a distancia; qué es el sueño; tienen conciencia el perro y
la hormiga, y otras muchas cosas?

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<strong>Psicologia</strong> <strong>recreativa</strong> www.librosmaravillosos.com <strong>Konstantin</strong> <strong>Platonov</strong><br />

La necesidad de laborar es una cualidad de la personalidad humana, y es formada<br />

por el trabajo creador, difícil, pero factible, y que se eleva siempre necesariamente,<br />

como suele decirse, hasta el final victorioso.<br />

Usted puede pensar que me he olvidado de añadir al final de la frase precedente la<br />

palabra "interesante". Se trata de que el trabajo creador, difícil, factible y que lleva<br />

hasta el final victorioso, será sin falta interesante.<br />

18. Un disgusto prematuro<br />

— Si a los 16 años no se manifiesta ningún talento en mí, significa que de mí no<br />

saldrá nada bueno —dijo, suspirando, Seriozha.<br />

No tenía razón, aunque, efectivamente, los talentos musicales, artísticos y literarios<br />

notables con frecuencia se manifiestan ya en la temprana infancia. Mozart tocaba el<br />

clavecín a los cuatro años, a los cinco escribía ya música, a los ocho compuso su<br />

primera sonata y una sinfonía, y a los once su primera ópera. Glinka suspendía<br />

cacerolas en su habitación e imitaba repiques de campana a los siete u ocho años.<br />

Rimsky—Korsakov tenía un agudo oído para la música y memoria música a los dos<br />

años.<br />

A los tres años Repin recortaba figuras de papel, y a los seis empezó a pintar. Serov<br />

modelaba ya a la edad de tres años y empezó a pintar del natural, aprendiendo la<br />

perspectiva, cuando contaba seis años. Súrikov también comenzó a pintar siendo un<br />

niño, y, según él refirió más tarde, comenzó a escrutar los rostros —a examinar la<br />

posición de los ojos y las facciones— desde la infancia. Pushkin empezó a escribir<br />

poesías cuando tenía siete u ocho años. Se podrían citar otros muchos ejemplos.<br />

Pero un número mucho mayor de niños, sorprendentes por su talento, los llamados<br />

"niños prodigios", posteriormente resultaron ser "estériles".<br />

Al mismo tiempo hubo muchas personas que dejaron una profunda huella en la<br />

historia de la cultura y la ciencia, aunque su talento no se manifestó en seguida, y<br />

algunas veces incluso muy tarde. Así, el pintor ruso Vrúbel mostró su talento<br />

cuando contaba veintisiete años, y el escritor Axákov, aún más tarde, a los<br />

cincuenta.<br />

No menos aleccionador es el ejemplo de Tchaikovski. Carecía de oído absoluto, él<br />

mismo se quejaba de su mala memoria musical, tocaba el piano de corrido, pero no<br />

Colaboración de Sergio Barros 314 Preparado por Patricio Barros

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