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las respuestas religiosas ante las plagas del ... - e-Spacio - UNED

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el caso de Antonio de Fuentelapeña, quien no cree en una visión negativa o castigadora<br />

de <strong>las</strong> <strong>plagas</strong>, sino en una positiva o remediadora.<br />

Como ya vimos al hablar de <strong>las</strong> formas de causalidad natural, él era de los que<br />

defendían la idea de la corrupción de <strong>las</strong> cosas, e incluso <strong>del</strong> hombre, para explicar la<br />

aparición de esas c<strong>las</strong>es de calamidades. Sin embargo, el fin último que, según él,<br />

perseguía Dios con ello era utilizar <strong>las</strong> <strong>plagas</strong> como elementos en los que se<br />

almacenaran <strong>las</strong> diferentes corrupciones que todos los entes, animados e inanimados<br />

–hombres, animales, plantas, aire, agua, volcanes, etc.- desprendían <strong>ante</strong>s o después,<br />

para así, salvaguardar la pureza <strong>del</strong> aire y, por ende, la salud <strong>del</strong> hombre:<br />

144 .<br />

4.2.4. LAS PLAGAS, LOS SANTOS Y EL PUEBLO<br />

Para la doctrina católica oficial de la época y parte de <strong>las</strong> élites locales –otra gran<br />

parte se hallaba imbuida <strong>del</strong> pensamiento popular-, los santos eran meros intermediarios<br />

celestiales <strong>ante</strong> Dios, a los que se podía acudir medi<strong>ante</strong> la veneración y el culto para<br />

evitar o remediar cualquier plaga <strong>del</strong> campo. Y eso era así porque Dios era el único que<br />

podía castigar, porque sólo él era fuente de ira, ejecutándola a través de los ángeles<br />

fundamentalmente.<br />

144 Fuentelapeña, El Ente..., Sección 4, Subsección 4, nº 1607, p. 423.<br />

71

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