Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet
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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />
Es cierto que al momento de la primera captura de varios de los subversivos después liberados, el conocimiento<br />
de la estructura de las organizaciones subversivas y la posición exacta o rol que en ella jugaban los<br />
detenidos, especialmente en el caso <strong>del</strong> PCP-SL, no eran lo suficientemente profundos. Esto se iría revirtiendo<br />
con el paso de los años gracias al proceso de aprendizaje iniciado por detectives de la DIRCOTE. Sin embargo,<br />
estos conocimientos no se trasladaron adecuadamente a otras instancias <strong>del</strong> sistema de administración de<br />
justicia por la ausencia de canales institucionalizados para ello y experiencias previas. Pero, sobre todo, por<br />
los problemas de coordinación existentes; en realidad, por la existencia de relaciones sumamente tensas, conflictivas<br />
y de mutuo desprecio, sobre todo con los fiscales. Como bien precisa De la Jara,<br />
Durante años fue evidente la falta de coordinación entre la Policía, el Poder Judicial, el Ministerio Público y las<br />
autoridades penitenciarias, cuando era obvio que había que coordinar [...] había que coordinar en el «buen sentido»,<br />
es decir, para compartir información y análisis, para intentar construir criterios comunes y hasta para elaborar<br />
de manera conjunta una especie de plantilla de posibles pruebas de acuerdo a la naturaleza <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito. Sin<br />
embargo, había que hacerlo respetando siempre las funciones que de manera autónoma debía cumplir obligatoriamente<br />
cada institución según las atribuciones y limitaciones impuestas por la ley (De la Jara 2001: 52).<br />
El principal problema relacionado con la labor policial para la administración de justicia consistía en la actuación<br />
de pruebas en la etapa de investigación prejudicial. 368 Una situación, ya tensa, se empezó a agravar con<br />
la aprobación de la ley 24700 en 1987, que señaló al Ministerio Público como responsable de dirigir investigaciones<br />
prejudiciales sólo para casos de terrorismo. Hasta la derogación de dicha ley en 1989, la relación entre las<br />
Fuerzas Policiales y los fiscales se deterioraría aun más; incluso estos últimos llegaron a acusar a los policías de<br />
intentar sabotear sus investigaciones (Embajada de Estados Unidos 1988). Añadamos a ello las relaciones tensas<br />
entre institutos policiales, con las Fuerzas Armadas, los problemas en las cárceles y la ausencia de respuestas<br />
adecuadas de la clase política hacia el problema, para contar con una idea más cabal de las circunstancias. Mientras<br />
tanto, la sensación de ingobernabilidad y el terror se iban extendiendo en nuestro país.<br />
2.3.9. El ataque al puesto policial de Uchiza 369<br />
El hecho que cierra este período es el ataque al puesto policial de Uchiza. Éste marcó un hito en la historia <strong>del</strong><br />
proceso de violencia al inaugurar un nuevo frente de acción para las Fuerzas Armadas. <strong>Los</strong> ubicó en un escenario<br />
complejo marcado por el fenómeno <strong>del</strong> narcotráfico, donde morirán varios cientos, si no miles, de peruanos<br />
los siguientes años.<br />
El 27 de marzo de 1989, Uchiza —una pequeña ciudad en el centro de una zona cocalera en San Martín—<br />
fue el escenario de uno de los mayores ataques <strong>del</strong> PCP-SL en el área. El puesto policial de la ciudad contaba<br />
con un contingente de 57 hombres: 35 hombres de la DOES, 15 policías de seguridad (ex GR) y siete policías<br />
básicos (GC) locales. El día <strong>del</strong> ataque, mientras un grupo custodiaba al perímetro <strong>del</strong> local, otros 18 se encontraban<br />
de retén, una suerte de vela de armas a la espera de cualquier emergencia para actuar rápidamente.<br />
<strong>Los</strong> otros 18 se encontraban de franco (estaban jugando un partido de fulbito muy cerca al puesto).<br />
El ataque se inició a las cinco de la tarde con la detonación de un artefacto explosivo en una calle aledaña<br />
al puesto y el ataque de francotiradores. Luego de la sorpresa inicial, los policías trataron de reaccionar ante<br />
los subversivos. Éstos sobrepasaban el centenar y, gracias a sus vínculos con el narcotráfico, estaban muy bien<br />
equipados, pues contaban con armas de guerra y reflectores portátiles de luz de día que les permitieron luchar<br />
sin problemas a medida que fue oscureciendo. 370 El mayor <strong>del</strong> puesto solicitó ayuda a otras bases como la<br />
de Santa Lucía, a una hora de camino o cinco minutos de vuelo. 371 <strong>Los</strong> policías de Santa Lucía respondieron<br />
que no podían salir a auxiliarlos, porque no recibían órdenes de Lima. 372 El mayor se comunicó también con el<br />
ministro <strong>del</strong> Interior Armando Villanueva, quien le dijo que de todas maneras le iban a enviar ayuda y ordenó<br />
que resistiera. Hubo comunicación con las bases de Tocache y Tingo María, que tampoco acudieron al auxilio<br />
368 Como veremos luego, éste fue el momento y el motivo de una serie de violaciones recurrentes a los derechos humanos perpetradas<br />
por policías<br />
369 Para un detalle mayor sobre el ataque, véase el estudio de caso sobre Uchiza. Asimismo, véase el sucapítulo 23, «Narcotráfico, conflicto<br />
armado interno y corrupción», <strong>del</strong> tomo V.<br />
370 Caretas, 1051, 3 de abril de 1989.<br />
371 Aquí estaban los helicópteros de la DEA destinados a las operaciones antidrogas.<br />
372 Caretas, 1051, 3 de abril de 1989.<br />
TOMO II PÁGINA 144