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Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet

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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />

donar el Palacio de Gobierno, pero las acciones previstas por los golpistas fueron debeladas antes de consumarse<br />

y todos los oficiales involucrados fueron rápidamente detenidos.<br />

Semanas después, en enero de 1993, diecinueve generales en retiro, encabezados por el general (r) Luis<br />

Cisneros Vizquerra, protestan por los maltratos que reciben los militares implicados en el fallido intento de<br />

golpe en carta dirigida al general Nicolás Hermoza Ríos. Cisneros es reprimido entonces mediante un proceso<br />

en el fuero privativo de Justicia Militar, por presunto <strong>del</strong>ito de «ultraje a la Nación e insulto al superior».<br />

La disidencia militar alcanza un momento crucial en mayo, cuando el general de división Rodolfo Robles,<br />

unos de los hombres más destacados <strong>del</strong> Ejército, denuncia la violación sistemática de lo derechos humanos<br />

por parte de escuadrones de operaciones encubiertas <strong>del</strong> SIN. Su denuncia involucra a Hermoza Ríos, quien<br />

es señalado por Robles como gestor y encubridor de prácticas criminales contrarias a la ética militar. El Comando<br />

Conjunto emite un comunicado en que desmiente estas acusaciones y el ministro de defensa, general<br />

Malca Villanueva, asiste al CCD con el mismo propósito. El propio Fujimori se pronuncia rechazando lo dicho<br />

por Robles y reafirmando su confianza en las Fuerzas Armadas. Robles es expulsado <strong>del</strong> servicio activo y es<br />

procesado por el Consejo Supremo de Justicia Militar. Sin embargo, días después Fujimori firma un indulto a<br />

favor de once de los oficiales implicados en el intento de golpe de noviembre, con el obvio propósito de apaciguar<br />

al movimiento disidente que continuaba agitándose en las filas de las Fuerzas Armadas.<br />

A lo largo de los diez años que gobernó Fujimori, Vladimiro Montesinos se encargó de presionar, chantajear,<br />

enjuiciar, sobornar cuando pudo y, sobre todo, alejar <strong>del</strong> país a todos los oficiales que no se amoldasen al<br />

papel que el régimen establecía para las Fuerzas Armadas. Uno de los primeros fue el general Alberto Arciniega,<br />

Jefe <strong>del</strong> Comando Político Militar <strong>del</strong> Frente Huallaga desde mediados de 1989 hasta enero de 1990.<br />

Montesinos hizo ingresar personal de operaciones especiales a su domicilio en horas en que él y su familia no<br />

estaban allí, causando destrozos y dejándole mensajes insultantes con el propósito de amedrentarlo. Al repetirse<br />

las amenazas y, en vista de que no conseguía garantías contra esto dentro de su institución, Arciniega y<br />

sus familiares más cercanos emigraron a Argentina, donde vivieron sin apoyo alguno <strong>del</strong> Estado peruano.<br />

Otros, entre ellos muchos de los más distinguidos por sus méritos personales, fueron asignados a puestos<br />

burocráticos o diplomáticos donde se estancaba su carrera, como el puesto de agregado militar en Ucrania o el<br />

de Cuba. El general de brigada Walter Ledesma, siendo jefe de una unidad militar de frontera, no expresó<br />

aprobación ni respaldo al golpe de Estado, debido a lo cual fue destacado a un puesto burocrático en la Secretaría<br />

de Defensa Nacional y relegado en su carrera hasta que finalmente fue dado de baja. A poco de estar en<br />

retiro, se integró al movimiento opositor Unión por el Perú (UPP). En 1995 fue condenado por el Consejo Supremo<br />

de justicia Militar por «ultraje a la Nación y las Fuerzas Armadas» y cumplió cuarenta días de prisión<br />

efectiva. El general de división en situación de retiro Carlos Mauricio se había integrado también a UPP, fue<br />

candidato al congreso y asesor de Javier Pérez de Cuéllar en la campaña electoral de 1994. Al expresar en varios<br />

programas de radio y televisión, durante el conflicto con el Ecuador, juicios críticos sobre la conducción<br />

de las Fuerzas Armadas, se le acusó de una presunta violación de secretos militares. Mauricio fue enjuiciado<br />

por «ultraje a la Nación y a la Fuerza Armada» y condenado en 1995 a un año de prisión efectiva y al pago de<br />

una reparación al Estado. La represión estaba dirigida también, pues, a los oficiales en retiro, a fin de que no<br />

empleasen su autoridad sobre los oficiales más jóvenes para alentar actitudes críticas hacia el régimen. La<br />

historia de resistencia de Rodolfo Robles tuvo un segundo capítulo. Se refugió en la Argentina durante 1994 y<br />

en 1996, de regreso en el Perú, denunció que fueron agentes <strong>del</strong> SIN los autores de un atentado ocurrido en<br />

Puno. A raíz de eso, fue detenido y procesado de nuevo por el Consejo Supremo de Justicia Militar. A causa<br />

de las circunstancias ominosas en que Robles había sido detenido, la popularidad de Fujimori sufrió una caída<br />

inmediata, tras lo cual Fujimori promulgó una ley de amnistía obviamente destinada sólo al caso Robles.<br />

La postergación o alejamiento de los oficiales mejor preparados, quienes se distinguían también naturalmente<br />

por su independencia de criterio y liderazgo militar, ha sido uno de los daños que han sufrido las<br />

Fuerzas Armadas, y con ellas el Estado peruano, como consecuencia <strong>del</strong> respaldo institucional militar al golpe<br />

de Estado <strong>del</strong> 5 de abril. Con cambios legales como los que permitieron la permanencia indefinida en los cargos<br />

de los miembros <strong>del</strong> Comando Conjunto a voluntad <strong>del</strong> Presidente de la República y el ascenso a comandante<br />

general de oficiales de los servicios de inteligencia militares (como Antonio Ibárcena en la Marina), Fujimori<br />

y Montesinos consiguieron colocar a las Fuerzas Armadas bajo el poder de oficiales autoritarios,<br />

antidemocráticos, obsecuentes con el abuso de poder y corruptos.<br />

TOMO II PÁGINA 236

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