Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet
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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />
deuda externa, por lo cual la ayuda económica para la contrasubversión quedó bloqueada. Sólo se mantuvo la<br />
línea de apoyo a la lucha policial antinarcóticos, por medio de la DEA. Luego de la reinserción en el sistema<br />
financiero mundial, a inicios de los noventa, la idea de prestar ayuda económica al Perú volvió a los Estados<br />
Unidos, impulsada sobre todo por el hecho de que el PCP-SL y el MRTA se estaban financiando en la región<br />
nororiental al prestar servicios de protección al narcotráfico. Sin embargo, pronto surgió un nuevo obstáculo.<br />
A inicios <strong>del</strong> gobierno de Fujimori, el Congreso de los Estados Unidos prestó atención a los informes sobre<br />
violaciones sistemáticas de los derechos humanos por parte de las fuerzas <strong>del</strong> orden en los Frentes Mantaro y<br />
Huallaga. Las condiciones puestas por el Congreso norteamericano fueron cumplidas superficialmente y recién<br />
entonces pudo materializarse una ayuda económica importante. Con este espaldarazo, Fujimori y su<br />
camarilla presidencial-militar vieron llegado el momento de realizar su plan máximo y dieron el golpe de<br />
Estado <strong>del</strong> 5 de abril de 1992. Así se hicieron realidad las advertencias de algunas voces <strong>del</strong> Congreso de los<br />
Estados Unidos sobre los costos políticos de la ayuda militar a la contrainsurgencia.<br />
Lo más significativo de este revés de la democracia es que fue producido por la nueva estrategia de conflicto<br />
de baja intensidad. De esta estrategia se esperaba que permitiera vencer al terrorismo sin producir numerosas<br />
violaciones de los derechos humanos ni retrocesos en la difusión de la democracia en el mundo. Lo<br />
primero se consiguió en el Perú parcialmente, pero al costo de crear grupos de operaciones especiales que no<br />
sólo cometieron excesos sino que, siendo miembros regulares de las Fuerzas Armadas peruanas (miembros<br />
<strong>del</strong> SIE), se convirtieron en el principal instrumento <strong>del</strong> SIN, la agencia central de los crímenes de Estado cometidos<br />
bajo el mandato y la autoridad directa <strong>del</strong> presidente Alberto Fujimori. En vista de que las amenazas<br />
de origen interno, reforzadas por las conexiones internacionales <strong>del</strong> narcotráfico, siguen siendo actuales en el<br />
Perú y América Latina, es muy importante revisar críticamente la formulación y aplicación de las ideas estratégicas<br />
de conflicto de baja intensidad, las cuales indican aún hoy el camino viable de la cooperación internacional<br />
para la seguridad y el nivel de fuerza adecuado de la lucha contra el terrorismo.<br />
Ahora se puede mostrar, como lo intentaremos en las páginas siguientes, que, a diferencia de América<br />
Central, no fue el tamaño de la ayuda económica a la contrasubversión peruana lo que resultó dañino para la<br />
democracia, sino una cierta interpretación local de las implicancias políticas de la nueva doctrina contrasubversiva<br />
inspirada en el concepto norteamericano de «conflicto de baja intensidad».<br />
3.3.3.1. El conflicto de baja intensidad como estrategia contrasubversiva<br />
La lentitud <strong>del</strong> Estado peruano para responder adecuadamente al terrorismo no se explica sólo por la situación<br />
<strong>del</strong> país en los años ochenta. Una mirada a la situación internacional permite entender mejor los hechos.<br />
A fines de los años setenta, las actividades y capacidades militares de los Estados Unidos para la guerra de<br />
baja intensidad habían disminuido como resultado de la política <strong>del</strong> presidente Jimmy Carter (1977-1981). A<br />
partir de la retirada de Vietnam, se evaluó que las guerras en territorios distantes que se habían librado durante<br />
la Guerra Fría habían dado malos resultados en el terreno político, aun cuando Estados Unidos hubiera<br />
alcanzado amplia superioridad militar en ellas. Eso venía sucediendo desde la guerra de Francia contra la<br />
independencia de Argelia, donde se desarrollaron y aplicaron con rotundo efecto las técnicas básicas de la<br />
lucha contrasubversiva. Pese a ello, el presidente De Gaulle evaluó que no podía cargar la agenda política de<br />
Francia con los problemas de Argelia y prefirió descolonizarla, aunque eso causara indignación en la fuerza<br />
armada francesa. Así también fue muy duro para los Estados Unidos reconocer que en Corea, Vietnam y Cuba<br />
estaban consiguiendo sólo un rígido statu quo. Y en América <strong>del</strong> Sur, las «victorias» antiguerrilleras habían<br />
dado lugar en los años setenta a gobiernos militares que a fines de la década entraban a callejones sin salida.<br />
Mientras las dictaduras de Chile y Perú encontraban salidas políticas mediante <strong>del</strong>icados procesos constitucionales,<br />
la de Argentina no lo logró, porque estaba lastrada por los miles de desaparecidos de la guerra sucia<br />
y terminó derrotada militarmente en el conflicto de las Malvinas. En este contexto surgió en tiempos de Carter<br />
la iniciativa norteamericana de incrementar el componente político y reducir el componente militar en el apoyo<br />
a las transiciones democráticas latinoamericanas. Ello implicó un retraimiento de los trabajos para desarrollar<br />
estrategias contrasubversivas y entrenar a los agentes represores locales. En 1980, cuando el PCP-SL emprendió<br />
su guerra subversiva contra el Estado peruano, la preparación militar norteamericana y la<br />
cooperación hemisférica en lucha contrasubversiva se encontraban en su punto más bajo.<br />
TOMO II PÁGINA 208